Hace poco leí que el sufrimiento vivido no te hace mejor persona, que se queda dentro de ti y te acompaña para siempre.
Yo, que intento ser optimista, tengo mi propia versión de este asunto. Imagino que es la versión que me cuento a mí misma para hacer más llevaderos mis propios procesos dolorosos.
No digo que el sufrimiento «per sé» sea bueno, o que te convierta en mejor persona. Pero puede ser una oportunidad, como otras en las que vivimos crisis vitales, de crecimiento, de madurez, de autoconocimiento y de desarrollo de cualidades nuevas o de potenciar las que ya poseíamos.

Pero es eso: una oportunidad. Hay quien la aprovecha y quien no. Hay quien intenta aprender algo, alguna lección de vida para seguir sin amargura el camino de la vida, y hay quien se instala en la amargura (queriendo o no) y ve cómo su vida se transforma, sí, pero en algo más gris y más oscuro.

Con esto quiero decir que los duelos no son algo «apetecible», pero que una vez vividos, lo que nos queda es intentar que hayan servido de algo. Para mí, un agravante cruel del dolor, es que haya sido en vano. Quizás por eso ahora hago lo que hago.

Viví un duelo muy duro y difícil, sin saber que lo era, por un parto robado.
Sufrí en mis propias carnes el dolor, la angustia, la culpa, la rabia, la tristeza de sentirme engañada, manipulada, violada, ultrajada y rajada.
Lloré días y meses y años un dolor que era invisible e ininteligible para la mayoría de quienes me rodeaban.
Lloré sola, y lo peor, me sentí sola en mi dolor  aun estando acompañada.

Con el tiempo supe que fui víctima de violencia obstétrica. Sí, esa que algunos dicen que no existe. Esa que otros quieren igualar al resto de violencias. Como si fuera igual que te roben una experiencia vital única e irrepetible para ti y para tu hijo o que te roben el bolso de un tirón.

Sufrí violencia de manos de personas en  las que inocentemente confié.

  • Confié en ellas por su rol, por su profesión, por su «amabilidad», porque trabajaban » por mi bien».
  • Confié en ellas porque era una mujer inteligente que sabía que los profesionales sanitarios saben mucho y están todos actualizados con la evidencia científica.
  • Confié en ellas porque no tenía nadie más en quien confiar.
  • Confié en ellas porque nadie me dijo que en quien debía confiar para parir era en mi misma, en mi cuerpo y en mi hijo.
  • Porque nadie me explicó que la que paría era yo.
  • Porque nadie me dijo que muchas veces, los profesionales anteponen sus propias creencias y miedos a la verdad.
  • Nadie me dio opciones.
  • Nadie me explicó lo que de verdad necesitaba saber.
  • Nadie me contó nada de lo que de verdad necesitaba para parir.
  • Nadie.

Miento. Alguien sí inclinó un poco la balanza. Una mujer que conocí, madre de 5 hijos me dijo que a los 2 últimos los tuvo ella sola en casa, con su marido.

Me contaba por qué tomo esa decisión, y cómo fue la experiencia. Yo la escuchaba con una mezcla de fascinación y curiosidad. Lejos de asustarme, fue la única persona que me dijo claramente que las mujeres parimos solas. Que el resto están para los «por si acaso». Pero que parir es cosa nuestra.
Ese relato me animó a buscar información sobre el parto natural. Encontré poco o nada. Era inexperta en el uso de internet y no había todo el caudal de información que hay hoy en día. Yo no buscaba parir sola, pero quería un parto sin epidural. Esa era toda la información que yo tenía de lo que era un parto natural: sin epidural.

  • Nadie me explicó de libertad de movimientos, de poca luz, de no activar mi neocortex, de la oxitocina y cómo se libera o se inhibe.
  • Nadie me informó de los riesgos de una inducción.
  • Nadie me ofreció alternativas.
  • Nadie me preguntó si tenía miedo.
  • Nadie me preguntó si quería una segunda opinión.
  • Nadie me dijo nada.

Y yo, tan inteligente, tan confiada, les creí. Y me olvidé de ese relato de esa mujer de apariencia frágil y tímida que parió con la fuerza de todas las mujeres antes que ella.

[Tweet «Eso hacen algunos con sus batas blancas. Nos quitan nuestro poder para imponer el suyo. «]

Lloré. Lloré mucho. Lloré hasta ahogarme decenas de veces. Lloré abrazada a mi hijo. Por mi dolor y por el suyo. Pero aprendí a vivir con ello. Y saqué ganas y fuerzas para contribuir a visibilizar es violencia que sufrí, y a intentar evitarla en la medida de lo posible.
Viví mi duelo. Pero fue un duelo evitable.

Años después sufrí un aborto espontáneo de mi segundo bebé. Este dolor nadie pudo evitármelo. Pero una vez más hubo sufrimiento añadido a mi dolor. Sufrimiento evitable.

  • No recibí toda la información.
  • Nadie me dijo que podía no ir al hospital.
  • Nadie me avisó que en el hospital me iban a tratar como una loca por pedir el cuerpo de mi criatura.
  • Nadie me informó que los profesionales en los que debía «confiar» me iban a decir cosas como : «lo que le hemos extraído no es un cuerpo de un bebé. Es como un tumor y tenemos que analizarlo».
  • Nadie me ofreció una segunda ecografía para mi tranquilidad futura y no martizarme durante mucho tiempo con la idea de que hubiera habido un error o un fallo de aquél maldito ecógrafo que no oía latido.
  • Nadie formó a todos esos profesionales del nacimiento para no tratarme como un caso más, para entender que para ellos era un legrado más y para mí el parto de mi bebé muerto.
  • Nadie hizo nada para evitar que desde el administrativo de admisión a la última celadora del hospital se ahorraran sus comentarios estúpidos hacia mi posibilidad de tener más, o al hecho de tener un hijo ya. ç

 

Recuerdo cada palabra, cada mirada y cada gesto de todos los profesionales con bata que metieron la pata conmigo hasta el fondo. El dolor que me causaron sí fue evitable.

De mis duelos, como dije antes, decidí sacar algo constructivo. Resolví transformar mi dolor en fuerza y determinación. Es algo egoísta, lo sé. Pero es mejor que tener un ego que pase por encima del respeto a la autonomía y las decisiones de las madres.

Pasé años oyendo ( leyendo) , casi a diario, testimonios de mujeres relatando sus duelos. Duelos evitables, como el mío.  Mujeres que como yo, confiaron en otros, porque no sabían, o no recordaban, o las convencieron, de que no confiaran en ellas mismas.

 

Imagen utiliza por el Sindicato de Enfermería. Imagen que refleja el incumplimiento de las recomendaciones de la Estrategia de Atención al Parto Normal en el Sistema Nacional de Salud http://www.msssi.gob.es/organizacion/sns/planCalidadSNS/atencionParto.htm

Formación Acompañamiento Asesoras Continuum

 

Ahora trabajo no sólo haciendo divulgación y asesoramiento sobre estos temas. También imparto formación a mujeres. Les explico todo esto que os cuento y mucho más. Manejamos evidencia científica. Sí, esa que no nos dieron quienes debían hacerlo. Intentamos restaurar la cadena de poder y confianza entre mujeres que un día perdimos. EL día que dejamos de confiar en nuestro poder. El día que nos creímos que teníamos que elegir entre nuestra seguridad y nuestro poder.

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Yo trabajo para que ninguna mujer tenga que renunciar a nada. Queremos la seguridad que nos da la medicina, y la ciencia y la evidencia. Y queremos a profesionales actualizados, no a personas que excusándose en su rol pretenden imponer sus propias creencias y miedos. Pero sobre todo queremos seguir confiando en nosotras mismas, en nuestro poder y nuestra capacidad.

 

Cuando mi hija me pregunte sobre el sexo, quiero explicárselo con brillo en los ojos. No con miedo o vergüenza. Quiero hablarle de intimidad y conexión y deseo y placer y entrega y éxtasis. No le pondré un vídeo de una violación.

Cuando mi hija me pregunte sobre partos, quiero hacer lo mismo.

  • No permitiré que su información sobre el tema sean los videos  y las explicaciones que aún hoy se dan  en las clases de preparación maternal de demasiados centros de nuestro país.
  • No voy a hablarle de fórceps, ventosas, episotomías, anestesia, frío, luces y mujeres tumbadas en posición de indefensión total.
  • No voy a hablarle de que «otros sacan a tu bebé»
  • No voy a decirle que luego «te lo dan» o «te lo enseñan»como si fuera de ellos y no suyo.
  • Voy a contarle cómo nació ella. Cómo su madre la parió sola.

Y sí, sí tuve matronas en casa a las que contraté para que me asistieran si hiciera falta, porque contemplaba los «por si acaso». Pero como no hubo tales «por si acaso», a mi hija la parí yo. En quien confiaba era en mi y en ella.
Trabajo para que todas las mujeres, y todas las hijas del mundo sepan que «si yo pude, ellas pueden». Y para que «la foto de los nacimientos» sea como esta :

Parto de Mencía

 

No, como otras pretenden, robándole el protagonismo a quien lo merece.
Los brazos que han de sostener al bebé, son los de su madre, no lo olvidemos.

 

Sueño con que un día  en que las matronas de este país, y los Sindicatos de enfermería, en vez de hacer campaña contra otros colectivos, trabajen para que El Parto es Nuestro no tenga que publicar textos como este:

«EL parto normal suspende su primer examen»


Y mientras sueño, trabajo por lograrlo, No pierdo el tiempo dando golpes al aire en la dirección equivocada.