La lactancia precoz tiene entre otras muchas ventajas la toma inmediata del calostro, un cóctel inmunológico con el que la naturaleza generosamente provee al recién nacido en su «aterrizaje».

El calostro es un ejército defensivo personalizado formado por anticuerpos, macrófagos, leucocitos, linfocitos, inmunoglobulinas y otras células defensivas de todo tipo, especialmente adaptadas al medio ambiente del bebé, es decir, a los microbios de su madre y de su entorno. No hay mejor protección para el recién nacido que la toma de «su» calostro.

La máxima concentración del calostro se da durante las primeras horas que siguen al parto, disminuyendo progresivamente a partir de entonces. A los tres días ya no se segrega calostro, sino leche.

Cuando nace el bebé, no hay gérmenes en su intestino. Sin embargo, a partir del nacimiento comenzarán a florecer por millones. La mucosa intestinal en ese primer momento es muy delicada y permeable a cualquier agente y, por lo tanto, sumamente vulnerable. Pero el calostro está especialmente diseñado por la naturaleza para proteger y estimular el crecimiento de la mucosa intestinal, y por consiguiente, preserva el organismo de la penetración vía intestinal de sustancias/microorganismos nocivos, para los que el bebé no tiene aún defensas.

El futuro del intestino y de su flora dependerá, pues, de los primeros gérmenes colonizadores, y éstos, a su vez, serán distintos, dependiendo de lo que el bebé ingiera en el primer momento: calostro, leche artificial, suero glucosado. Es muy importante que su intestino sea colonizado en primer lugar por los microorganismos procedentes de su madre, para los cuales el ni¬ño dispone de las defensas que le proporciona el calostro, lo que, además, evita la invasión de otros gérmenes más dañinos.

Cuando el bebé ha podido ingerir su calostro, su intestino se puebla de las beneficiosas bifidobacterias.   Si por el contrario se le alimenta con leche de fórmula, son más abundantes los colibacilos, y el niño será más proclive a padecer trastornos de la flora intestinal, lo que tendrá consecuencias sobre su organismo en general.  Por otra parte, la ingesta del calostro estimula el peristaltismo intestinal. y previene la formación de tapones de meconio.

Por razones incomprensibles, pero sin duda no muy distintas de las que nos han llevado a destruir progresivamente la naturaleza, el calostro de mujer ha sido despreciado y desechado en la mayoría de las civilizaciones. Aun cuando se ha considerado vital para el futuro y la salud de los animales domésticos -un potrillo que no ha tomado calostro nunca será campeón–, el calostro de mujer se ha considerado algo malsano y peligroso, que el bebé no debía tomar bajo ningún concepto.

En la mayoría de los pueblos y culturas, la tradición, de una forma u otra, ha dificultado el contacto entre la madre y el niño después del nacimiento, y retrasado el comienzo de la lactancia hasta el tercer día, en que la madre ya segrega la leche como tal. Hoy en día, todavía, en muchos países, no se permite al bebé el contacto con su madre durante los primeros tres días, lo que imposibilita la toma del calostro. En otros, simplemente, se retrasa la primera toma durante horas, sustituyéndola por el biberón glucosado.   Actualmente, tanto la OMS como las asociaciones de pediatría recomiendan poner al pecho al bebé lo antes posible, y tan a menudo como desee.

Afirma Michel Odent en «El bebé es un mamífero»  :

 «El hecho es que se disculpan ensalzando de vez en cuando el valor del calostro, pero se mantienen unas condiciones de nacimiento tales que los bebés no tienen la posibilidad de consumirlo precoz y completamente.  En primer lugar, dentro del contexto de un hospital moderno, pocas mujeres pueden conseguir el complejo equilibrio hormonal que les permitiría parir por sus propios medios.  Necesitan drogas sustitutivas que perturban en cascada la sucesión de los procesos fisiológicos.  Luego desde que el bebé nace, siempre hay algo más urgente que hacer que proteger la intimidad de la pareja madre-bebé«.

Isabel F. del Castillo