LA QUÍMICA DEL APEGO

Por Linda F. Palmer, autora de Baby Matters.

Los bebés humanos nacen desamparados, necesitan ser totalmente protegidos y cuidados. Afortunadamente, nacen con todas las herramientas e instrucciones necesarias para lograr ese cuidado y para llegar a ser una parte amada y amante de su familia y de su sociedad. Las interacciones neurales y hormonales que se establecen entre los padres y el bebé para asistirles en este proceso son de las más poderosas de la naturaleza. Las señales hormonales son claras y contundentes y nuestros instintos nos proveen de las respuestas apropiadas. Si no se esfuerzan en evitar e ignorar tales impulsos, los padres seguirán de forma natural el consejo de sus neuronas y hormonas, nutriendo a sus bebés y manteniéndose en contacto físico con ellos.

Una vez nacido, los sistemas de control hormonal del bebé y la sinapsis cerebral comienzan a organizarse permanentemente según sus experiencias con las interacciones humanas. Las sendas y los receptores cerebrales innecesarios son eliminados, mientras que los más apropiados al ambiente dado son priorizados.

Oxitocina: una hormona para la vinculación.

La oxitocina es un mensajero químico liberado en el cerebro principalmente en respuesta al contacto social, pero su liberación es especialmente acusada en el contacto piel con piel. Además de proveer beneficios para la salud, esta sustancia, semejante a una hormona promueve el modelo de vinculación y crea el deseo de un ulterior contacto con los individuos que incitan su liberación. Cuando el proceso es ininterrrumpido, la oxitocina es una de las principales herramientas de la naturaleza para “crear” a una madre. El número de receptores de oxitocina, elevados por los altos niveles de estrógeno (“hormona femenina”) durante el embarazo, se multiplica radicalmente cerca del final del mismo. Esto hace a la nueva madre muy sensible a la presencia de oxitocina. Estos receptores se incrementan en la parte de su cerebro que promueve la conducta maternal.

La primera aparición importante de la oxitocina se da durante el trabajo de parto. Si es necesaria una cesárea, consentir que igualmente se desarrolle el trabajo de parto, permite la segregación de cierta cantidad de esta hormona vinculante (y ayuda a asegurar una explosión final de anticuerpos para el bebé por la placenta). El paso ulterior a través del canal de parto, eleva los niveles de oxitocina tanto en la madre como en le bebé. Los niveles altos de oxitocina provocan que la madre se familiarice con el olor único de su recién nacido, y a la vez se sienta atraída por dicho olor, prefiriéndolo al de cualquier otro. El bebé a su vez, tiene la impronta de la madre, adquiriendo de ella el sosiego y la reducción del dolor. Cuando el bebé nace, está impregnado del olor del líquido amniótico. Esto le ayuda a encontrar el pezón materno, que tiene un olor similar aunque ligeramente diferente. En los días posteriores al nacimiento, el bebé se siente confortado por el olor del líquido amniótico del que está impregnado. Gradualmente a lo largo de los días siguientes, el bebé comienza a preferir el olor del pecho de su madre, y este hecho no está relacionado con la comida. De hecho, los bebés alimentados con fórmula se sienten más atraídos ( en tests de laboratorio) por el olor del pecho de su madre que por el de la fórmula, incluso dos semanas después del nacimiento. La oxitocina ayuda a la instauración de la lactancia materna a través de su influencia en la conducta maternal y de la estimulación de la subida de la leche. Poner al bebé al pecho durante la primera hora tras el nacimiento, hace que la oxitocina se eleve a niveles excepcionales tanto en la madre como en el bebé. Las madres que posponen este encuentro pierden parte de esa alta aportación hormonal segregada inmediatamente después del nacimiento. La poderosa impronta inicial en madre y bebé se da principalmente para que sean capaces de encontrarse y reconocerse en las horas y días posteriores al nacimiento.

Aún perdiendo esa ocasión inicial, todavía queda una oportunidad vital para el establecimiento del apego y el amor materno filial. Tras el alumbramiento, y como consecuencia de lactar y tener en brazos al bebé. La madre continua produciendo niveles elevados de oxitocina y esos niveles están basados en la cantidad de contacto físico. Esta condición hormonal proporciona una sensación de calma y bienestar. Los niveles de oxitocina son más altos en las madres que dan lactancia materna exclusiva que en aquellas que dan lactancia mixta.

Bajo la influencia de la oxitocina, las uniones nerviosas de ciertas áreas del cerebro materno sufren una reorganización a consecuencia de la cual los comportamientos maternales se refuerzan. La oxitocina segregada gracias al contacto continuado con el bebé provoca en la madre un mayor sentido maternal, que se muestre más dispuesta a complacer a los demás, más sensible a los sentimientos de otros y que sepa reconocer señales no verbales más fácilmente. La lactancia continuada realza este efecto. Con la oxitocina alta, las prioridades de la madre se alteran y su cerebro no le envía señales para cuidar su aspecto físico al objeto de emparejarse y procrear. Ahora que el bebé ha sido creado, su prioridad es él. También se ha demostrado que la oxitocina alta en las mujeres promueve su preferencia por cualquier varón que se encuentre alrededor durante su segregación (una buena razón para el padre para mantenerse cerca durante y después del parto). Los niveles altos de oxitocina en la madre, padre o el bebé también promueven una reducción de la tensión arterial, de las pulsaciones cardiacas y ciertas clases de reparaciones arteriales, reduciendo el riesgo de enfermedades cardíacas.

Aunque el bebé segrega si propia oxitocina en respuesta a la lactancia, la madre también se la transfiere a través de su leche. Esta provisión sirve para promover la cercanía y relajación continua en madre y bebé. En los bebés alimentados con leche artificial, la liberación de oxitocina es más variable pero definitivamente más alta en un bebé al que se le da el biberón en brazos que en el que toma el biberón apoyado en algún sitio, sin brazos.

El contacto corporal continuado padres-bebé durante la alimentación del bebé y en cualquier otra ocasión, eleva el nivel de oxitocina en el niño y reduce la respuesta de las hormonas de estrés. Múltiples estudios psicológicos han demostrado que dependiendo de las prácticas de los padres, el resultado (un nivel alto o bajo de oxitocina) controlará la organización permanente del centro neurálgico de regulación del estrés en el cerebro del bebé, causante de las características de personalidad segura (para altos niveles de oxitocina) o insegura (para bajos niveles de oxitocina) en la adolescencia y la edad adulta. Las características de una personalidad insegura pueden incluir un comportamiento anti social, agresividad, dificultad en formar lazos duraderos con una pareja, enfermedades mentales y un pobre manejo del estrés. Cuando un bebé no recibe cuidados sensibles y en consecuencia no segrega una producción de oxitocina regular, el estrés resultante deriva en elevados niveles de la hormona de estrés llamada cortisol. Las elevaciones crónicas de cortisol en los niños y los ajustes hormonales y funcionales que las acompañan, se muestran en los estudios bioquímicos asociadas con cambios cerebrales permanentes que conducen a una sensibilidad elevada al estrés a durante toda la vida, así como a una tensión arterial alta y elevadas pulsaciones cardiacas. Las madres también se benefician de la reducción de los efectos del estrés que proporciona la oxitocina y las mujeres que amamantan producen significativamente menos hormona de estrés que las que alimentan con leche artificial.

Tampoco los padres son excluidos de la ecuación de la oxitocina. Se ha demostrado que los niveles de oxitocina del padre se elevan hacia el final del embarazo de su pareja. Cuando el padre pasa bastante tiempo con el bebé, la oxitocina le anima a involucrarse en el cuidado continuado del mismo, en un ciclo perpetuo. La oxitocina en el padre también aumenta su interés en el contacto físico (no necesariamente sexual) con la madre. Así la naturaleza proporciona una vía al padre para mostrarse más interesado en ser una parte dedicada y satisfecha del cuadro familiar a través de su implicación con el bebé. Con todos estos poderes, la oxitocina sólo una más de la lista de muchas sustancias químicas que la naturaleza utiliza para asegurar que el bebé encuentre el amor y cuidados que necesita.

Vasopresina y protección

Aunque está presente y activa en el proceso de vinculación de madre e hijo, la vasopresina juega un papel mucho mayor en el padre. Esta hormona promueve la reorganización cerebral hacia conductas paternales cuando el varón está cohabitando con la mujer embarazada. El padre se vuelca más en su pareja y muestra conductas de protección. Liberada en respuesta a la proximidad y el tacto, la vasopresina promueve la vinculación entre padre y madre, ayuda al padre a reconocer y enlazarse con su bebé y le hace desear más ser parte de la familia, que estar solo. Se ha ganado la reputación de la “hormona de la monogamia”. La Dra. Theresa Crenshaw, autora de “La alquimia del amor y la lujuria”, dice: “La testosterona quiere irse de ronda, la vasopresina quiere quedarse en casa”. También describe la vasopresina como la atenuadora del deseo sexual del hombre. La vasopresina refuerza la inclinación protectora del padre hacia su pareja y el bebé promovida por la testosterona, pero atempera su agresividad, tornándole más razonable y menos extremista. Al promover el pensamiento más racional y menos caprichoso, esta hormona induce un papel sensible paternal, proporcionando estabilidad así como actitud de vigilancia.

Prolactina y Comportamiento

La prolactina se segrega en toda la gente sana durante el sueño, ayudando a mantener los órganos reproductivos y la función inmunológica. En la madre, la prolactina se libera en respuesta a la succión, promoviendo la producción láctea y las conductas maternales. La prolactina relaja a la madre y, en los primeros meses, crea una cierta fatiga durante las sesiones de lactancia, de manera que la madre no siente deseos de levantarse y hacer otras cosas. La prolactina promueve los comportamientos de cuidado del bebé y, con el tiempo, dirige la reorganización cerebral que favorece dichos comportamientos. El nivel de prolactina del padre se comienza a elevar durante el embarazo de la madre, pero la mayor parte del aumento en el varón se da después de varios días de cohabitación con el bebé. Como consecuencia de la reorganización cerebral hormonalmente orquestada durante la maternidad y paternidad, los patrones de liberación de prolactina se alteran. Se ha demostrado que los padres segregan prolactina en respuesta a las amenazas de un intruso mientras que los varones sin hijos no lo hacen. Por otro lado, las madres lactantes no liberan prolactina en respuesta a un ruido fuerte, mientras que las mujeres sin hijos sí que lo hacen. En niños y adultos sin hijos, la liberación de prolactina se relaciona con niveles de estrés, por lo que generalmente se la considera la hormona del estrés. En padres y madres se convierte en la hormona de la crianza.

Los niveles elevados de prolactina tanto en la madre lactante como en el padre comprometido provocan cierta reducción en sus niveles de testosterona, que a su vez reduce sus líbidos (pero no su función sexual). Su fertilidad también puede verse reducida durante un tiempo. Esta reducción en la actividad sexual y en la fertilidad está diseñada totalmente para el beneficio del hijo reservando para él la atención y energía de sus padres. Cuando el padre se involucra estrechamente con el bebé junto con la madre, debe darse un equilibrio entre los deseos de ambos, y la presencia de oxitocina y otras sustancias químicas proporcionan una alta vinculación e interés no sexual del uno para con el otro, lo cual sirve para retener al padre como dedicado cuidador para el niño.

Opioides y Recompensas

Los opioides (hormonas del placer) son sustancias químicas semejantes a la morfina creadas por nuestros cuerpos. Reducen la sensación de dolor y crean sentimientos de alegría. El contacto social, particularmente el contacto físico y especialmente entre los padres y el hijo, induce la segregación de opioides, creando unos sentimientos buenos y propicios al aumento de la vinculación. Pueden desarrollarse preferencias respecto al olor, el gusto, la actividad, lugares determinados, etc. a consecuencia de la segregación de opioides durante contactos placenteros, incluso eventualmente la visión de una cara amada estimula la segregación. La liberación de opioides en el cerebro infantil como una respuesta condicionada a los cálidos abrazos y besos de los padres, puede resultar efectiva para ayudar a reducir el dolor de una caída o de una decepción. Los padres “aprenden” a disfrutar de actividades beneficiosas como dar de mamar y coger en brazos a sus hijos, y los niños “aprenden” a disfrutar del contacto como ser tomado en brazos o arrullado, todo ello como respuesta a la segregación de opioides. Los bebés necesitan leche, y los opioides son la recompensa natural para ellos cuando la obtienen, especialmente en los primeros intentos. Los primeros episodios de succión organizan las conexiones nerviosas en el cerebro del recién nacido condicionándole a continuar con esa actividad. Esta es la razón por la que los bebés amamantados a veces tienen problemas si se les da el biberón en la “nursery” (una exposición temprana a los biberones crea confusión y asociación de placer tanto a las tetinas del biberón como al pecho materno). De hecho, cualquier sensación secundaria experimentada durante el arrullo, el contacto físico o la alimentación que no sea nociva, puede formar parte del apego del bebé y reconfortarle. Puede ser el calor del cuerpo de la madre, el pecho hirsuto del padre, el apacible arrullo de la abuela o el protector de la cuna.

Los niveles elevados de prolactina en los padres simulan el sistema opioide, sintiéndose altamente recompensados emocionalmente durante la vivencia de relaciones familiares íntimas y amorosas, posiblemente por encima de todo lo demás. Tal como sucede con la codeína y la morfina, puede darse cierta tolerancia a los opioides naturales, lo cual reducirá el nivel de satisfacción emocional derivada de determinadas actividades a lo largo del tiempo. Pero esto no es un problema para los padres e hijos apegados, porque los niveles elevados de oxitocina, especialmente cuando se han creado a través del contacto corporal frecuente o prolongado, de hecho inhiben la tolerancia a los opioides, protegiendo las recompensas emocionales derivadas de mantener unas relaciones familiares íntimas y amorosas. Por otro lado, el consumo de drogas opioides artificiales, reemplaza la necesidad cerebral de mantener dichas relaciones.

Una vez se ha dado este fuerte efecto opioide sobre la vinculación, una separación puede alterar emocionalmente al individuo, y al niño incluso físicamente: cuando los niveles de opioide decrecen en su cerebro puede sufrir algo parecido al síndrome de abstinencia de cocaína o heroína. Cuando los niveles de opioide bajan, uno puede sentir ganas de volver a casa para abrazar al bebé o llorar reclamando el cálido abrazo de los padres, dependiendo del punto de vista. Algunas veces las conductas alternas son útiles. Por ejemplo, chuparse el pulgar puede aliviar total o parcialmente la retirada del chupete o del pezón, incluso puede proporcionar reminiscencias opioides durante algún tiempo.

Norepinefrina y aprendizaje

El amamantamiento también produce dopamina y su subproducto: la norepinefrina (adrenalina), cuya ayuda mantiene algunos de los efectos de la vinculación temprana. Aumentan la energía y el estado de alerta así como la sensación de placer derivada del apego. La norepinefrina ayuda a organizar el sistema de control de estrés del niño, así como otros controles hormonales importantes de acuerdo con la naturaleza de las experiencias iniciales de crianza. Promueve el aprendizaje acerca del entorno, especialmente el aprendizaje a través de la memorización, que es efectuada por la oxitocina, opioides y otras influencias químicas.

Feromonas e instintos básicos

¿Cómo sabe el cuerpo del varón que debe iniciar los cambios hormonales cuando está viviendo con una mujer embarazada?. ¿Cómo puede un niño interpretar con exactitud olores de su madre que los adultos a menudo apenas detectan?. La respuesta está en las feromonas. Entre otras cosas, las feromonas son hormonas esteroides que se fabrican en nuestra piel. Nuestros cuerpos están programados instintivamente para reaccionar en consecuencia cuando detectamos dichas feromonas a nuestro alrededor. Los recién nacidos son mucho más sensibles a las feromonas que los adultos. Incapaces de responder a señales verbales o de otro tipo, aparentemente dependen de este sentido primitivo que controla gran parte del comportamiento de animales inferiores. La impronta inicial del bebé hacia los olores y feromonas no se trata tan solo de una predilección por los olores de sus padres, sino que es una forma en que la naturaleza controla la organización cerebral y las segregaciones hormonales para conseguir una adaptación óptima del bebé a su entorno. Las primeras experiencias del bebé están ligadas a capacidades superiores como el reconocimiento facial y emocional. A través de ellas el bebé probablemente aprende a percibir el nivel de estrés en sus cuidadores, así como si su madre está contenta o asustada. Parte de la angustia por separación que sufre el bebé puede estar causada por la pérdida de las señales paternas / maternas acerca de la seguridad de su entorno. Otra sensación básica a la que el bebé responde muy bien es el contacto físico y, casualmente, los olores corporales y las feromonas sólo se pueden sentir cuando las personas están físicamente muy cerca unas de otras.

Lo que el mundo necesita ahora…

Los bebés universalmente lloran cuando se les deja acostados y solos. Si nos escuchamos a nosotros mismos, nuestras neuronas y hormonas nos impulsan a una respuesta apropiada. Los bebés están diseñados para ser alimentados con frecuencia y en contacto piel con piel, para ser tomados en brazos y atender a señales faciales. Estas acciones derivan en cambios permanentes en el cerebro, resultados beneficiosos, tanto para padres como para hijos. La conducta maternal se da de forma satisfactoria para la madre cuando se siguen las señales naturales y también se consigue un papel reforzado del padre. La participación activa del padre en la crianza le anima a una ulterior involucración y crea un acuerdo entre padre y madre. La proximidad y contacto frecuente entre el bebé y sus padres puede crear una vinculación familiar poderosa con muchos beneficios a largo plazo.

Tristemente, los últimos siglos los padres han sido animados por “expertos” (educados industrialmente) a no responder a las poderosas lecciones de crianza del bebé que les otorga su instinto.

Psicólogos, neurólogos y bioquímicos han confirmado ahora lo que instintivamente sospechábamos: Muchas de las recompensas de la paternidad se han perdido por el camino y generaciones de niños pueden haber perdido ventajas importantes para toda su vida.

Endnotes
1. T.R. Insel, “Oxytocin – a neuropeptide for affiliation: evidence from behavioral, receptor autoradiographic, and comparative studies,” Psychoneuroendocrinology 17, no. 1 (1992): 3-35.

2. H. Varendi et al., “Soothing effect of amniotic fluid smell in newborn infants,” Early Hum Dev (Estonia) 51, no. 1 (Apr 1998): 47-55.


3. R.H. Porter et al., “An assessment of the salient olfactory environment of formula-fed infants,” Physiol Behav 50, no. 5 (Nov 1991): 907-11.

4. S.S. Knox and K. Uvnas-Moberg, “Social isolation and cardiovascular disease: an atherosclerotic pathway?” Psychoneuroendocrinology 23, no. 8 (Nov 1998): 877-90.

5. M. Altemus et al., “Suppression of hypothalamic-pituitary-adrenal axis responses to stress in lactating women,” J Clin Endocrinol Metab 80, no. 10 (Oct 1995): 2965-9

6. R.S. Bridges, “The role of lactogenic hormones in maternal behavior in female rats,” Acta Paediatr Suppl 397 (Jun 1994): 33-9.

7. G.L. Kovacs et al., “Oxytocin and addiction: a review,” Psychoneuroendocrinology (Hungary) 23, no. 8 (Nov 1998): 945-62.

8. G.W. Kraemer et al., “A longitudinal study of the effect of different social rearing conditions on cerebrospinal fluid norepinephrine and biogenic amine metabolites in rhesus monkeys,” Neuropsychopharmacology 2, no. 3 (Sep 1989): 175-89