¿Qué tienen en común Laura Gutman y Elsa Punset?

Viendo este video de Elsa Punset que  no explica nada que no hayamos comentado otras veces, no he podido evitar acordarme del último libro de Gurman «El poder del  discurso materno»

Ambas nos explican, cada una desde una perspectiva diferente, lo mismo:  que somos lo  que hemos aprendido en casa en la primera infancia.

En palabras de Elsa Punset: «Somos esclavos de un guión que nos han repartido en casa»


Laura Gutman lo describe así:

«Apenas nacidos- incluso antes a veces-, nuestra madre determina «cómo somos» …

 «Desde el inicio alguien nombra cómo somos, qué nos pasa o qué deseamos. Eso que el adulto nombra (generalmente la madre) suele ser una proyección de sí mismo sobre cada hijo. Diremos que es caprichoso o llorón, muy demandante, exigente, silencioso, tímido, cabeza dura, divertido, malhumorado o atrevido.» …

 «Es importante saber que desde el inicio de los inicios, cuando parece que aún las cartas no han sido echadas, ya estamos ubicando, a través de las palabras nombradas por los adultos, cómo se organizarán los roles en un determinado esquema familiar… » …

 «Así es como vestimos a cada niño con su disfraz… así pasarán los años. Los niños creceremos y tendremos poquísimo registro interior sobre algo que sea diferente del personaje que encarnamos. Creemos que «somos» eso. Y también sucede algo más complejo: como pertenecemos a una trama familiar, nuestro personaje tiene varios roles que deben ser cumplidos, porque hacen parte de la escena. Esto permitirá que los demás también jueguen sus respectivos personajes con holgura. Podemos decir que estamos «todos prisioneros» del personaje que nos ha tocado y que luego nos hemos dedicado a perfeccionar»

Cuando tomamos conciencia de ello, a veces tras analizar nuestra propia historia y descubrir que es cierto que nos hemos pasado la vida representando el papel que nos concedieron en la trama, nos damos cuenta de la importancia del trato que le damos a nuestros hijos. De la «marca casi indeleble» qe podemos dejar en ellos cuando decimos que son «tranquilos» o «llorones» o «terremotos» o «tímidos»…

No etiquetemos a nuestros hijos, ni dejemos que lo hagan otros… empecemos por comprender que la verdadera libertad es aceptar que son personas con gustos y necesidades propias, no un reflejo exacto de lo que esperamos nosotros de ellos.

Sobre todo tratémosles con amor y respeto. Quizás el peor rol que podemos darle a un niño es el de «muy bueno», porque tras esas palabras no hay un ser de excelencia moral, sino uno que aprende a hacer siempre lo que otros quieren, solo porque tienen cierta autoridad sobre él. El niño que nos discute la autoridad puede ser desesperante para unos padres que hemos crecido criados como lo hemos sido nosotros, pero en realidad está demostrando que tiene un sentido de la justicia innato, que iremos acompañando con nuestros valores, pero que, casi siempre,  suele ser más consecuente que el nuestro.

Otros artículos relacionados: