Hoy hace 9 años empezó un viaje que aún continúa.
Hoy hace 9 años debió ser el día más feliz de mi vida y aunque ver y abrazar a mi hijo fue algo indescriptible, no fue el día más feliz de mi vida ni de lejos.
Tardé varios años en recordar  mi parto sin llorar de pena, de rabia, de frustración, de dolor, de impotencia.
Este aniversario de mi maternidad llega en medio de una polémica absurda. Con seres despreciables que se empeñan en negar lo que algunas hemos vivido y sufrido. Y lo hemos sufrido como el peor de los sufrimientos: el evitable.

Yo tenía derecho a que me informaran, tenía derecho a que me atendieran profesionales libres de prejuicios y de intereses personales. Incluso libres de sus propios miedos.
Yo tenía derecho a parir a mi hijo. Tenía derecho a acoger su cuerpo, a ser la primera en recibirle y darle un abrazo. Tenía derecho a que sus ojos miraran los míos y a asegurarle que todo iba a ir bien. Tenía derecho a disfrutar de ese momento y a darle a mi bebé el Continuum que merece y que ambos necesitábamos.
Tenía derecho a ser respetada, a no ser mutilada, a que me hablaran como a una adulta y no como a un cuerpo sobre una camilla fría con el que se hace lo que se quiere. Tenía derecho a gritar que me entregaran a mi hijo y no lo tuvieran en esa maldita cuna. Tenía derecho a todo eso. Ambos lo teníamos. Y nos lo robaron.

Nos lo robaron con la peor arma: el miedo.
Miedo que algunos afirman que somos otras quienes infundimos en las madres.
No señores y señores caza brujas, que no son sino caza libertades, el miedo lo dan ustedes. Dan miedo porque nos recuerdan prácticas siniestras, y no hablo de ingerir o no placenta, sino que hablo de asustar, amedrentar, coartar, abusar e imponer sus ideas. Esas prácticas más propias de la Edad Media. Usan ustedes argumentos que parecen sacados de una novela de Ken Follet más que de la evidencia científica.
Se empeñan en restringir y en controlar, cuando ese «control» lo único que ha hecho es perpetuar el mal trato y el maltrato. Se empeñan en decir que la violencia obstétrica no existe, y eso a pesar de los miles de testimonios de mujeres que referimos las  vejaciones sufridas y las secuelas con las que tuvimos que aprender a convivir.

A algunas su «profesionalidad» nos costó la salud mental, la salud física, nuestra capacidad reproductora… incluso nuestro matrimonio.

  • ¿Saben ustedes cuántas mujeres han sufrido en su vida personal las repercusiones de su trato?
  • ¿Y se atreven a negar que existe violencia obstétrica sistematizada?
  • ¿Ustedes son los «responsables de la salud de la mujer» y ni siquiera nos escuchan?
  • ¿Nos toman por idiotas?
  • ¿En un país donde la propia SEGO se jacta con viñetas del maltrato y de la falta de respeto a las mujeres y a nuestra sexualidad?
  • ¿Han ustedes, por casualidad, escuchado a las mujeres contar sus vivencias durante el embarazo, parto y puerperio?
  • ¿Quieren que les cuente yo lo que me dijo mi tocólogo cuando le dije que tras el parto, por la episiotomía, sentía dolor con el coito?
  • ¿Quieren que les cuente el papel de la matrona en mi parto?
  • ¿Y en mi posparto inmediato?
  • ¿Quien ustedes oírlo?
  •  ¿Saben ustedes lo que es un shock por estrés post traumático derivado de maltrato durante el parto?
  • ¿Se han molestado acaso en entender por qué las mujeres estamos decidiendo que queremos a otras personas cerca de nosotras en estos procesos?

    Me temo que no.
    Son ustedes tan soberbios y tan arrogantes que prefieren tildarnos a todas de estúpidas.
    Y siguen creyendo que el problema está fuera, donde sea, pero fuera. Sean las doulas, las asesoras de maternidad, las madres de los grupos de apoyo o las sacerdotisas de la luna.

A mí me da igual  si tienen ustedes un ego débil. Eso se lo deberían trabajar ustedes como crean, en terapia  de grupo o individual, lo que no pueden ustedes es echarnos su mierda al resto. No a las madres.

Porque ¿saben?, si un fontanero me hace una chapuza, tiene arreglo. Me costará dinero y tiempo, pero tiene arreglo. Siempre se puede poner otra cañería y pintar las paredes, pero si ustedes la cagan en un parto, si la cagan al tratar a una madre embarazada con poco respeto o metiéndole miedo, si la cagan arruinando una lactancia con sus nulos o erróneos consejos, si la cagan ustedes en esos momentos, no hay arreglo posible.

Si ustedes contribuyen a añadir miedo y estrés a una mujer embarazada que tiene  que sentir confianza para que su cuerpo se abra, no son ustedes la mejor opción para esa mujer. Si no entienden lo que implica el estrés para una mujer y su bebé me importa un bledo sus 6 o 7 años de carrera, no se han enterado de nada.

Y esa actitud de «qué me van a enseñar a mi» es más  propia de aquellos que les han robado el trabajo que de una profesional que asiste un parto.
Están ustedes  olvidando la etimología de la palabra «comadrona», que viene de «comadre», con la madre. Están ustedes luchando contra nosotras. Y créanme, lo van a pagar.

Yo hoy debería estar celebrando que hace 9 años que nació mi hijo, y lo que tengo cada 22 de febrero es el recuerdo de un pánico atroz y una sensación de fracaso y de impotencia horrible. Una sensación de haberle fallado a mi hijo que a pesar de todo el trabajo que he hecho con ello, sigue ahí.
Eso no se lo voy a perdonar a ustedes como colectivo hasta que no vea que su actitud es realmente de autocrítica, y de cambio de actitud.
Y no sólo como colectivo no lo están haciendo, sino que encima se empeñan en enarbolar una bandera que no es suya.

Mi cuerpo no es suyo, mi parto no era suyo, mi responsabilidad no es suya.

Si les molesta que las mujeres acudan a otros lugares a por información pregúntense por qué lo hacen. Si quieren ustedes denunciar mala praxis, vayan al juzgado y  pongan un nombre y un apellido, no pueden hacer demagogia demonizando a todo un colectivo. Si lo que quieren ustedes es tener el status que creen merecen y no tienen, creo que se han equivocado de enemigo.
Aprovecho para reiterar mi cariño a las y los profesionales  que dentro de su colectivo sienten como sentimos las madres y sienten la misma vergüenza que nosotras al leer su penoso Informe Doulas. Profesionales que sienten vergüenza al ser representados por «personajes siniestros» propios de otros tiempos.
Yo hoy voy a intentar recordar  que un 22 de febrero de hace 9 años empecé un camino.
Que Mimos y Teta y Asesoras Continuum fueron mi forma de devolverle al mundo la ayuda que necesité para sobreponerme a la violencia que sufrimos mi hijo y yo. Que me siento orgullosa de haber creado y dirigir un programa de formación de asesoras de maternidad por el que han pasado mujeres de todos los perfiles, incluidas médicos,  matronas y enfermeras. Que me aseguro que mis alumnas entiendan que nuestro trabajo es hacer que las familias estén mejor que antes de contactar con nosotras. Y eso sin asistir partos ni hacer terapia que no es cosa nuestra.

Hoy le agradezco a mi hijo que empezara este camino conmigo, que a pesar de no haberle dado el mejor comienzo, me ayudó a entender lo que supone el contacto, el porteo y la lactancia.
Que me dejara compensar de algún modo ese mal comienzo.

Y le agradezco haber entrado en un mundo lleno de mujeres sabias, que me ayudaron a sanar y de las que aprendí sobre todo el respeto. Respeto a mí misma, a mi cuerpo, a mi maternidad,  a mi sexualidad y respeto a los demás.
Gracias Iker. Mi hijo y mi maestro.