Cuidado, Conciliación y Conciencia Postural

“Que te salga bueno” nos desea la gente al vernos embarazadas.

Es evidente que no hablamos de “bueno” en el sentido moral. Un bebé, por pura definición, no puede ser malo.

Pero ese detalle, esa pregunta que ya una vez con el bebé en brazos, se repite constantemente : “¿es bueno?”, no es más que un ejemplo de las expectativas con las que llegamos a la maternidad.
Ser padre no es algo vocacional en todos los caso. No todos tenemos hijos por las mismas motivaciones y los mismos deseos.  Somos seres complejos y únicos, influidos por nuestras propias vivencias y experiencias.  Y cómo no, por nuestras expectativas. Que casi nunca son propias, porque vivimos en sociedad  y enmarcados en una cultura determinada que es  la que se encarga de ir dibujando en nuestra mente el escenario , asignando los roles y perfilando el guión.

De este modo las expectativas sobre lo que es ser madre y padre se convierten en esa película mental en la que nos “vemos” con nuestro precioso bebé, que come y duerme de forma plácida cada 3 horas y que nos va a colmar de la felicidad más plena que existe. Esas “ensoñaciones” son necesarias, de hecho, pensar en el bebé y hacer planes sobre él es un elemento de vinculación muy importante. Nos vamos preparando para ese nuevo rol que no se parece a ningún otro. Para ser padres, antes nos tenemos que ver siendo padres.

El problema llega cuando las expectativas  que tenemos están basadas en mitos, en ideas erróneas, en falsas suposiciones.
Cuando nuestra cultura  y/o entorno está tan alejado de la realidad que en vez de cumplir su función de transmisor intergeneracional de la sabiduría ancestral sobre el cuidado se convierte en el mensajero de una sociedad al servicio de la necesidad actual del adulto y su estilo de vida.

Y como todo trabajador fiel, mira por los intereses del que paga.  Que nunca es el bebé.

Por eso nuestra sociedad  inunda a los nuevos ( y no tan nuevos) padres de consejos  y advertencias que no son sino mitos,  ideas erróneas y  falsas suposiciones.

Nuestra sociedad parte de un paradigma en el cuidado al bebé que no se ajusta a la realidad. Tomamos como norma que el bebé es un ser independiente de la madre,  al que ofrecer contacto y alimento con limitaciones y que ha de ser dirigido desde el principio, al que hay que educar  para que se ajuste al patrón de vida que tenemos.

¿Ha de ser el bebé un ser independiente?

Es verdad que los bebés humanos nacen muy inmaduros y que eso les permite adaptarse al entorno concreto en el que son criados.  Pero a pesar de su inmadurez nacen con los mecanismos necesarios para garantizar su supervivencia. Eso sí, siempre y cuando estén en su hábitat. Y el hábitat de un recién nacido no depende del entorno, de su raza o de su cultura en primera instancia. Para un recién nacido su hábitat es su madre, más áun: el cuerpo de su madre.

La neurociencia hoy nos explica lo que el instinto ya nos indicaba, que para el bebé y parafraseando a Nils Bergman:

“nada tiene sentido salvo desde el punto de vista del cuerpo de la madre”.

 

Es el bebé el que pone en marcha los mecanismos fisiológicos del cuerpo de la madre que influyen en cómo va  a ser cuidado. Gran parte del éxito de la lactancia depende de dejar al bebé sobre el cuerpo de ella, piel con piel, y con acceso  al pecho materno. Tan sencillo como eso.

 

recién nacido en portabebésTan sencillo y a la vez tan difícil de interiorizar  cuando eres una mujer joven, profesional e independiente. Cuando hemos crecido pensando que para tener éxito hay que hacer muchas cosas. De repente tenemos un bebé que lo que nos pide es que sencillamente no hagamos mucho más que estar disponible.

Por eso el porteo ha sido práctica habitual de la humanidad. Por eso a nadie se le ocurrió hacer cuevas con estancias separadas para las crías humanas. Por eso nunca nadie imitó el acceso de un bebé a la teta de su madre, ni de noche ni de día.

Ese acceso constante del bebé a su madre mediante la práctica de portear al bebé sobre el cuerpo ayudado de algún sistema es la forma en que el ser humano ha garantizado la supervivencia de las crías de la especie.  Ha provisto al bebé del acceso constante al hábitat diseñado para él, su madre. Del cuerpo de la madre el bebé obtiene nutrición, calor, contención, protección, seguridad. Realmente no necesita más… ni nada menos.

Y si desde el punto de vista del bebé el porteo es imprescindible para garantizarle el contacto continuo que necesita, para la madre el porteo no es menos importante.

 

 

HA sido la forma de compaginar el cuidado de su cría indefensa con el resto de sus obligaciones. Y no nos engañemos. Todas las mujeres de la historia han sido trabajadoras. Todas han tenido que conciliar. La mayoría sin la opción de la telecompra y el congelador. Así que si de conciliar se trata, creedme que cualquier cultura no occidental nos lleva ventaja.

Las madres hoy criamos a los hijos prácticamente solas. Nuestra pareja, cuando la hay,  no suele disponer más que de un par de semanas de licencia de paternidad , así que la realidad para la mayoría de las  madres de nuestra generación es que nos vemos  a los pocos días de haber parido, solas, en una casa  casi siempre enorme, con un bebé en brazos que nos demanda más contacto del que esperábamos.  Todo se mueve a otro ritmo, como en una secuencia de Matrix. Como si el mundo siguiera su vorágine y nosotras nos viéramos obligadas a ir a un ritmo brutalmente lento. Bebés que empatan una toma con otra, bebés que parecen no dormir si no es en brazos, bebés que nos reclaman con tanta intensidad que a veces nos llegamos a sentir agobiadas.

Reacción normal cuando esa película no era la que soñábamos. Cuando el bebé que llora en la cuna no se parece en nada a aquél que yo esperaba.
“Los bebés comen y duermen…” es lo que todo el mundo sabe y lo que todo el mundo repite. Pero pocas veces nos han contado cómo comen y cómo duermen los bebés  humanos. Y pocas veces hemos tenido la oportunidad de convivir con bebés de verdad.

Ese desconocimiento de cómo son y se comportan los bebés  junto con una avalancha de información enfocada al adulto da como resultado  esas maternidades desconcertantes. Madres enfrentadas  a satisfacer  o sus necesidades o las de su bebé. Si seguimos pensando en madre y bebé como cosas separadas  con necesidades independientes unas de las otras, incluso en algunas ocasiones, con necesidades opuestas y/o confrontadas, seguiremos teniendo puerperios complicados, estados emocionales difíciles, incluso mayor índice de depresiones post parto.

La meta es trabajar para que las madres vivamos una maternidad placentera, entregadas al cuidado necesario al bebé, pero con disfrute. Siendo disponibles en cuerpo y alma, pero sin perdernos o desdibujarnos en el cuidado de nuestro hijo. Un bebé sobre el cuerpo de su madre experimenta placer. Y la madre debe experimentarlo también.

 

Durante años la búsqueda de derechos de las mujeres se ha fundamentado en el no cuidado de los hijos. Y eso no ha generado una sociedad más feliz con mujeres más independientes y empoderadas. Ha generado una sociedad de criaturas sin regazo materno con todas las implicaciones presentes y futuras que eso trae consigo de seres con baja autoestima  y de mujeres sintiéndose culpables, unas  por no cuidar ellas a sus hijos y otras por no sentirse útiles para una sociedad que no solo no valora el maternaje, sino que lo penaliza.

Hoy cada vez más familias han encontrado en el Porteo la forma de aunar Cuidado y Conciliación. En la segunda parte de este post  os explicaré cómo  ha de ser el Porteo Consciente.
Si aún no te has suscrito al blog  y a mi canal de Youtube aprovecha ahora y no olvides compartir el post si te gustó o fue útil.