Esta es la historia de una lactancia fracasada. Hasta ahí nada nuevo ¿no?

Pero sí.

Llevo desde principios del 2006 metida en el «mundo de la lactancia materna». He visto todo tipo de  madres, de asesoras, de reacciones, de jucicios, de ataques, de suposiciones, de luchas, de esfuerzos, de rendiciones, de éxitos, de fracasos… he visto casi de todo.

Yo misma me veo en los primeros años de asesora y no me gusto demasiado… ahora sé que era parte de mi propio aprendizaje. Con el tiempo si algo he aprendido, aparte de mirar frenillos es a mirar a los ojos. Y a no juzgar, y a intentar no suponer.

Porque las suposiciones son engañosas, peligrosas y descorazonadoras.

He vivido de cerca con mujeres cuyas lactancias fracasaron a pesar de todo, incluso a pesar mío. Ese ha sido un aprendizaje duro, pero necesario.
Mi homenaje a estas mujeres que querían y no lo consiguieron fue dedicarles mi primera videoconferencia del Club Mimos y Teta. Un club que parecía de madres con lactancias exitosas se abrió con «Las Lactancias frustradas«.

Siempre digo que una Asesora Continuum es más que una doula, porque no solo acompaña… sino que provee herramientas y orientación en los casos en los que se necesite. Pero una buena Asesora Continuum tiene su papel de doula también en el sentido de acompañar incluso lo que no podemos contribuir a solucionar.
Mimos y Teta no es solo un blog de lactancia. Tetas tenemos todas y Mimos damos todas.   Y a mi nunca me ha importado bailar «con la más fea» del mundo maternal, con esa que nadie quiere. Seguiré hablando de los duelos, mientras aún haya duelos.

Gracias a Nagore por su testimonio. Por aceptar mi propuesta de poner por escrito algo tan íntimo y tan doloroso. Y por dejarme publicarlo en el Blog.

 

 

«He empezado a escribir la historia de mi lactancia fracasada varias veces y nunca llego al final. Vuelvo a empezar teniendo en mente que esta vez, quizá, alguien la lea, además de para mi desahogo personal. Quizá así ponga un punto final a este texto, y esté más cerca de ponerle un punto final a mi duelo.

¿Para que se lea? ¿Por qué? ¿Es eso exhibicionismo? ¿Quiero protagonismo? ¿Quiero que me entiendan? ¿Qué me consuelen? ¿Una palmadita? ¿Un abrazo?

Sí, creo que quiero un abrazo. Y también quiero otra cosa, contar una historia de la que apenas se habla en la blogosfera de la teta, del porteo, del colecho, del respeto a las necesidades de los bebés. Una historia que, seguro, no es solo mi historia. Una pequeña historia personal que tal vez haga que alguna mujer, en algún lado, se sienta abrazada.

Yo quería dar teta a mi hijo. Tenía información antes del parto y pedí ayuda profesional y voluntaria después, cuando llegaron las dificultades nada más nacer.

Y no lo conseguí.

Tras dos meses de lactancia tortuosa, con dolor a pesar de usar pezonera y no tener grietas, con tomas interminables, con un bebé que no dormía, acudiendo a un grupo de lactancia, a una asesora, al grupo con el que me preparé para el parto… dos meses resistiéndome al biberón… sin disfrutar de la lactancia, ni, lo más triste de todo, de mi hijo… tras dos meses en los cuales yo ya no me reconocía de tanto llorar y mi pareja ya no sabía qué hacer… ingresaron a mi hijo por pérdida de peso.

Con dos meses, apenas llegaba a los 3 kilos (nació con 35 semanas y 2,5 kilos). En el hospital descartaron posibles infecciones u otro tipo de problemas. Se tragaba biberones de 180 ml del tirón. Tenía hambre.

Y yo tiré la toalla. No tuve fuerza para volver a ponerle a la teta, aunque me sacaba leche para darle al menos 1 o 2 biberones al día de leche materna. Una tirita, un parche: me consolaba un poco. A los cinco meses y medio, después de haber empezado a trabajar, volví a tirar la toalla: él cada vez pedía más, y a mi cada vez me salía menos. Perdí ese pequeño consuelo.

Estaba en tierra de nadie, como muy bien definió Nohemi Hervada cuando presentó su primera charla del Club Mimos y Teta. Leía testimonios heroicos de mujeres que habían conseguido lactar en situaciones que parecían peores que la mía. Leía que con información, con apoyo, luchando, se consigue. Leía sobre todas las ventajas de la LM y los riesgos de la LA. Leía y sufría. Sufría también cuando me decían chica, no pasa nada, se crían igual con biberón.

Me avergonzaba con el biberón en la calle y me culpaba de no ser una madre coraje. De ser una incapaz. De ser una fracasada.

Durante mucho tiempo he querido poner nombre a lo que pasó. Necesitaba un diagnóstico. Ahora ya sé que no es posible y lo acepto.

Durante un tiempo, culpé a los profesionales y voluntarios a los que acudí porque no me ayudaron. Ahora, creo que realmente no acertaron, pero acepto también mi responsabilidad: me doy cuenta de que no supe rendirme a las necesidades y el ritmo del bebé.

Durante un tiempo, me consideré una mala madre. Ahora, sé que mi hijo me ha demostrado día a día que no debo serlo tanto.

Y creo que me perdono. Casi.

Antes de terminar… ¿sabéis una cosa? Esos comentarios que saltan en los blogs con el tema de la lactancia, con ironías sobre las lactancias prolongadas, por ejemplo, creo que son de mujeres heridas. Y muchas veces, la reacción de las que estáis dando de mamar, es muy dura. Ojalá no hiciera falta que la lactancia tuviera que ser reivindicada. Pero según qué afirmaciones, qué comentarios también deberían tener en cuenta que para muchas, el biberón no ha sido la opción fácil, ni deseada. Que puede haber sido un camino tortuoso, que cada una recorre o afronta como puede, no siempre con acierto. Que muchas hemos necesitado, o necesitamos, un abrazo.

Gracias por escuchar. «

Te recomiendo leer mi artículo:
«El duelo por las lactancias frustradas»