La gran portada será el día que una famosa dé a luz en la Ruber sin que la rajen…
Su estadística es alucinante — me siento decepcionada.
Ese fue mi comentario ayer en mi muro de Facebook.
A raíz del mismo surgió un debate, sobre juicios, derechos, libertades, decisiones, miedos, elecciones, intereses, mentiras, estadísticas, duelos, riesgos, leyes,… en fin, todo lo que conlleva este tipo de discusiones  hablando de cosas que nos marcan tanto.
Hubo quien leyó en mis palabras un juicio a Sara Carbonero, como en su día lo hubo a Shakira por su también cesarea.
El lenguaje escrito es muy limitado y  nuestro mensaje siempre está condicionado por nuestros propios prejuicios o pre-juicios, sobre quien lo envía y  sobre el tema en cuestión y cómo nos afecta. Los mensajes nunca son asépticos. El mío evidentemente tampoco.
Eso no quiere decir que mi mensaje fuera una crítica hacia la mujer que tiene un hijo por cesarea. Primero porque no conozco el caso particular y las circunstancias , y segundo porque aunque fuera el caso no soy yo juez sobre las decisiones personales de cada cual.
La semana pasada precisamente escribí sobre los abortos, tema sobre el cual tengo una opinión muy definida y muy clara pero que no expresé porque de hecho mi opinión no importa. Es mía y es válida para mí y mis circunstancias. Más aún, para mis circunstancias de ahora… porque si algo sé hoy,  es cuánto puede cambiar una persona sus principios más arraigados.
El caso es que yo hablaba precisamente de no juzgar, porque qué sabemos nosotros la carga de la mochila de cada cual.

Mi trabajo como asesora de maternidad es contribuir a dar herramientas para gestionar lo que se está viviendo, o dar información para decidir con mayor libertad, porque sin información veraz y completa ninguna decisión es ni será libre nunca. Mi trabajo nunca es juzgar ni decidir.

 

Así que leer en  mis palabras un juicio es sacar de contexto lo que realmente quería expresar.
Mi decepción no me la causa Sara Carbonero, entre otras cosas porque no tengo ninguna relación con ella como para que me afecte su vida, más allá de entender que como personaje seguido por los medios sus acciones tienen repercusión y contribuyen, lo quiera ella o no, lo desee ella o no, lo busque ella o no, a elaborar una conciencia colectiva y unas creencias. En este caso la de que parir no es tan fácil, cuando una mujer joven, sana, culta y con  medios no lo consigue. Pero como digo, si Sara no quiere enarbolar ninguna bandera ni ser ejemplo de nada, no se la voy a colocar yo.
Las creencias colectivas las construimos entre todos, pero la responsabilidad última debería ser individual. Reitero que, además, esta debería asumirse por una decisión propia y no influenciada por terceros con intereses ajenos al tema u ocultos al protagonista.
En ese sentido me sentí decepcionada. No con Sara Carbonero, sino con una institución, o con todas las que abusan de su rol de autoridad para ejercer una autoridad que se extralimita.
Yo de un obstetra (y de cualquier otro profesional) quiero que deje sus propios prejuicios, miedos e intereses a un lado, que me dé toda la información, y todas las opciones y me deje decidir. Porque es mi derecho. Porque es mi responsabilidad y porque tendré que vivir con ella toda mi vida. Con las consecuencias, con las heridas, con las cicatrices, con todo lo que conlleve.
Precisamente la remoción que causa este tema entre las propias mujeres es prueba de que no nos deja indiferentes. Leemos a otras y nos duele lo que entendemos, sea lo expresado o no, porque hay una herida. Si la herida fue inevitable duele, y si no lo fue, si fue totalmente arbitraria e injustificada duele más, porque añadimos culpa al proceso. Culpa por no saber, por dejarnos hacer, por no pedir, por callar, por asentir, por lo que sea…
Culpa porque hay un duelo y todos los duelos traen un momento de culparnos a nosotros mismos. Y de ahí mi comentario.
Dejemos de culparnos a nosotras y a otras. Empecemos a culpar a quienes no cumplieron su primer papel. A los que usan el miedo como herramienta, la omisión de informacion como as en la manga para que acabemos implorándoles que hagan lo que ellos quieren como si fuera lo necesario para salvarnos, a nosotras y a nuestros bebés. A esos que frivolizan una intervención de cirugía mayor innecesaria sin advertir de todos los riesgos que conlleva, para la madre, para el bebé, para la lactancia, para la familia, para la sociedad.
no a la violencia obstétrica
Y puedo hablar así porque yo también fui Sara Carbonero. Yo también fui primeriza que fue a una clínica privada y salí rajada. Confié en que «ellos sabían lo que era mejor», confié y me engañaron. Y me robaron algo que nunca pude recuperar: mi parto y más aún, mi derecho a decidir.
Fijáos que en mi comentario no mencioné la palabra «cesarea», ni mencioné «nombres». Porque aunque iba por la Ruber y por este caso  concreto, lo cierto es que lo raro en esas clínicas es encontrar una mujer que sale sin rajar.   Las episiotomías que en muchas clínicas siguen siendo rutinarias también las incluyo. Por eso mi comentario fue que el titular sería que se diera a luz sin rajar. No  sé si las famosas que se me nombraron  y que no fueron cesarea tuvieron o no episiotomía… pero me la juego a que más de la mitad. Y aunque en esos casos puntuales no fuera así, las estadisticas no nos las inventamos las «locas del parto».
Solo deseo que esta madre reciente, rajada y dolorida, como lo fui yo, tome conciencia de qué le ha pasado, que se pregunte por qué, a ella y al equipo médico que la ha atendido, que obtenga respuestas. Y que a partir de ahí haga lo que necesite para ser feliz. Ojalá las respuestas sean que sí, que era lo mejor. Yo no lo sé, y a mi no me importa, pero a ella sí debería. Porque eso va a condicionarle muchísimo en su vida.  A ella y a su bebé, queramos verlo o no.  Porque eso daría para otro tema.
Para algunas esa raja (fuera en el abdòmen o en el periné) es una herida que nos causó mucho dolor y sufrimiento. Por eso nos permitimos sentirnos mal cada vez que se comete otro abuso de poder sobre nuestros cuerpos. Por eso criticamos a los ginesaurios y sus sistema de violencia obstétrica. Por eso todas soñamos con el día en que todas las Saras Carbonero de nuestro país salgan en el Hola presumiendo de ser las protagonistas del nacimiento de sus hijos.
sara carbonero

Y a todas las Saras Carbonero, famosas o anónimas que sufran por no tener lo que ellas y sus bebés merecían les deseo la fuerza y sabiduría de transformar ese dolor en otra cosa. Ojalá ninguna por dolernos nuestra herida la neguemos, o acabemos nunca justificándola.