Ruth Kamnitzer vivió durante tres años en una tienda tradicional de tela en la campiña mongola mientras su marido,Steve, llevaba a cabo unos estudios sobre el gato de Pallas de Asia Central. Es licenciada en Conservación de la Biodiversidad y hoy en día vive en Bristol, Reino Unido, con Steve y Calum.
Hay en Mongolia un dicho muy utilizado que afirma que los mejores boxeadores toman leche materna durante al menos seis años, afirmación muy seria para un país en el que el boxeo es el deporte nacional. Me trasladé a Mongolia cuando mi primer hijo tenía cuatro meses y viví allí hasta que cumplió tres años.
Criar a mi hijo en aquellos primeros años en un lugar donde la actitud hacia la lactancia materna es tan radicalmente diferente de las costumbres que prevalecen en Norteamérica me abrió los ojos a una visión completamente diferente de cómo podría ser todo. Los mongoles no solamente prolongan la lactancia materna, sino que además lo hacen con más entusiasmo y menos inhibiciones que casi nadie de los que había conocido hasta entonces. En Mongolia, la leche materna no es sólo para bebés; no se trata sólo de nutrición y definitivamente no es un tema sobre el que se imponga la discreción. Es la madera de la que estaba hecho Genghis Khan.
Al igual que muchas madres primerizas, no había pensado demasiado sobre la lactancia antes de tener a mi bebé, pero minutos después de que mi hijo Calum saliera, se agarró a la teta y durantelos siguientes cuatro años no parecía nada dispuesto a soltarse. Tuve suerte, porque en muchos aspectos la lactancia nos resultó sencilla: ninguna grieta en el pezón, rara vez un pecho ingurgitado. Mentalmente las cosas no eran tan sencillas: a pesar de lo mucho que amaba a mi bebé y disfrutaba del vínculo que nos ofrecía la lactancia, en ocasiones resultaba insoportable. No estaba preparada para la magnitud de mi amor por él ni para la intensidad de su necesidad de mí en exclusiva y de mi leche. “No le permitas que te convierta en un chupete humano”, me advirtió una enfermera canadiense pocos días después del nacimiento de Calum, que mamaba a todas horas, pero yo repasaba todos los posibles motivos de su llanto (¿gases?, ¿pañal? ¿infraestimulación? ¿sobreeestimulación?) y por lo general acababa dándole teta de nuevo. Me preguntaba si hacía bien.
Entonces me trasladé de Canadá a Mongolia, donde mi marido llevaba a cabo unos estudios sobre vida salvaje. Allí los bebés están siempre envueltos en varias capas de gruesas mantas, atados con cuerda como un paquete que no quieres que se rompa en el correo. Cuando un paquete murmura, se le pone un pezón en la boca. No se les cambia muy a menudo y nunca se les hace eructar. No hay ni siquiera una manos en las que poner un sonajero. Por supuesto, no hay ratitos boca abajo. Los niños permanecen envueltos hasta al menos los tres meses, y cada vez que emiten un sonido, se les da de mamar.
Esto resultaba interesante. A los tres meses, los bebés canadienses ya tienen actividades sociales, incluso natación. Algunos aprenden a “calmarse solos”. Yo daba por sentado que había muchos motivos por los que un bebé podía llorar y que era mi trabajo averiguar la razón y darle la solución adecuada. Pero en Mongolia, aunque los bebés puedan llorar por muchos motivos, sólo hay una solución: leche materna. Dejé de darle vueltas e hice lo mismo.
En Canadá la lactancia materna aún está rodeada de cierto misticismo, pero en realidad no estamos demasiado acostumbrados a ella. La lactancia se realiza en casa, en grupos de lactancia, quizá en alguna cafetería: rara vez se ve en público y desde luego nosotros mismos no tenemos recuerdos conscientes de haber sido alimentados con pecho. A esta íntima actividad entre madre e hijo se la trata con secretismo y educadas miradas hacia otro lado, y se considera casi igual que las demostraciones públicas de intimidad en una pareja: no es tabú, pero sí que causan ligera incomodidad y son educadamente ignoradas. Cuando el silencioso y angelical recién nacido se convierte en un niño activo resuelto a comunicar a todo el mundo lo que está haciendo a cada momento, bueno, entonces esos ojos se apartan con mayor rapidez e intensidad, a veces con el ceño fruncido.
En Mongolia, dar el pecho en público, en lugar de relegarme a la sección de “sólo mamás”, me puso decididamente en el centro de atención. Su práctica universal de dar pecho en cualquier momento y lugar, así como la cercanía en la que la mayoría de los mongoles vive, implica que todos están acostumbrados a ver un pecho en acción. Les alegraba ver que hacía las cosas a su manera (que por supuesto era la manera correcta).
Cuando daba pecho en el parque, las abuelas me brindaban sus historias sobre cómo habían alimentado a sus doce hijos. Cuando daba pecho en el asiento trasero de los taxis, los conductores levantaban sus pulgares por el retrovisor y me aseguraban que Calum se convertiría en un gran boxeador. Cuando paseaba por el mercado acunando a mi hijo en mis brazos mientras mamaba, los comerciantes me hacían un sitio en su puestos y le decían al niño que se lo bebiera todo. En lugar de mirar a otro lado, la gente se inclinaba sobre Calum y le besaba la mejilla. Si se soltaba de la teta en respuesta a la atención recibida, dejando mi pecho chorreando y completamente expuesto, no pasaba nada. Nadie se quedaba mirando, nadie apartaba la vista: simplemente se reían y se limpiaban la leche de la nariz.
Desde que Calum tenía cuatro meses hasta los tres años, allá donde fuera, oía una y otra vez lo mismo: “La teta es lo mejor para tu bebé, lo mejor para ti” La aprobación constante me hacía sentir que hacía algo importante que interesaba a todos; exactamente la clase de aprobación pública que *toda* madre reciente necesita.
Para cuando Calum cumplió los dos años, yo ya había descubierto lo útil que podía ser la lactancia materna. Nada hace que un niño se duerma más rápido, alivia el aburrimiento de un largo viaje en coche, o calma una tormenta que se cierne, tan rápidamente como una poca leche calentita de mamá. Es la ayuda más útil para la madre perezosa, y yo creía que le daba todos los usos, pero los mongoles lo llevaban más lejos.
Durante los inviernos mongoles, pasaba muchas tardes en en el yurt de mi amiga Tsetsgee, huyendo del frío glacial de fuera. Fue instructivo comparar nuestras técnicas de crianza. Cuando estallaba una pelea por los juguetes entre nuestros hijos de dos años, mi primera reacción era restablecer la paz distrayendo a Calum con otro juguete al tiempo que le explicaba los principios de compartir las cosas, pero esto llevaba tiempo y una media de éxito de tan sólo un cincuenta por ciento, En el restante cincuenta por ciento de veces, cuando Calum no quería dar su brazo a torcer y su frustración aumentaba hasta el punto de ebullición, lo cogía y le acunaba en brazos para amamantarle.
Tsetsgee tenía una táctica diferente. Al primer murmullo de discordia, se levantaba la camisa y empezaba a menear sus pechos con entusiasmo, diciendo: “¡Ven aquí, cariño, mira lo que tiene mami para ti!” Su hijo apartaba la vista de los juguetes para mirar las dianas de sus pechos y siempre se iba hacia ellos.
¿Media de éxito? Cien por cien.
Para no ser menos, adopté la misma estrategia. Allí estábamos, dos madres agitando los pechos como strippers compitiendo por atraer a un cliente. Si los abuelos estaban por allí, se unían a la representación. Los pobres críos no sabían a dónde mirar: la tranquilizadora plenitud de los pechos de sus madres, los mustios pechos planos de la abuela con su larga experiencia, o el extraño montón de carne que el abuelo se agarraba en su envidia de pechos. Por mucho que lo intente, no puedo imaginarme una escena similar en una reunión de la Liga de la Leche.
En mis clases prenatales en un pequeño pueblo de Canadá, donde nació Calum, nos mostraron la lactancia materna con un vídeo de una madre sueca de aspecto especialmente atlético, que daba pecho a su niño pequeño mientras esquiaba. La clase se estremeció: “Claro que es genial para los bebés, pero cuando ya empiezan a hablar y a andar…?” Todas parecían de acuerdo. Yo me callé.
Me tocó a mí sorprenderme cuando una de mis amigas mongoles me dijo que había tomado leche materna hasta los nueve años de edad. Me quedé tan boquiabierta y estupefacta que al principio me lo tomé a broma. Viendo ahora que mi hijo se destetó justo después de cumplir los cuatro años, me avergüenza un poco mi inflexible incredulidad. Aunque nueve años sea bastante edad para tomar el pecho, incluso para los mongoles, no está fuera del rango.
Aunque no siempre era fácil hablar sobre conceptos como “destete voluntario” con mongoles debido a la barrera idiomática, dar pecho “a largo plazo” parecía ser la norma. Nunca conocí a nadie que diera pecho a dos niños, lo cual me sorprendió, aunque debido a que los intervalos entre hijos son bastante largos, la mayoría de los niños dejaban de mamar entre los dos y los cuatro años.
Según UNICEF, en 2005 el 82 por ciento de los niños de Mongolia seguían con lactancia materna entre los 12 y los 15 meses y el 65 por ciento seguían entre los 20 y los 23 meses. El último hijo parece que simplemente continúa, de ahí la niña de nueve años que tomaba pecho, y si la sabiduría popular no se equivoca, de ahí la fama de Mongolia en el boxeo.
Cuando a los tres años Calum seguía tomando pecho con el entusiasmo de un recién nacido y yo me preguntaba cómo surgiría el destete, sentí curiosidad sobre qué animaba a los niños mongoles a destetarse solos. Algunas madres me dijeron que su hijo simplemente perdió el interés. Otras dijeron que la presión de grupo tuvo que ver, (he oído a adolescentes mongoles burlarse de otros diciendo “¡Quieres los pechos de tu mami!” del mismo modo que se dice “¡Corre con tu mamá!”). Cada vez más a menudo, las obligaciones del trabajo obligan a destetar antes de lo habitual: los niños a menudo pasan el verano en el campo mientras que la madre se queda en la ciudad trabajando, y durante esta larga separación a la madre se le retira la leche.
Mi amiga Buana, de veinte años, me contó su lactancia, digna de medalla de oro: “Me crié en un yurt lejos, en el campo. Mi madre siempre me decía que me la bebiera toda, que era buena para mí. Yo creía que todas los niños de nueve años lo hacían. Cuando fui al colegio, lo dejé.” Me miró con un brillo travieso en los ojos “ Pero aún me gusta beberla a veces”.
Destetarse me parecía un suceso bastante definido. Siempre esperé que, en algún momento, las tomas se reducirían y seguirían reduciéndose hasta que cesaran por completo. Se me retiraría la leche y ya está. Bar cerrado.
En Mongolia no sucede así. Hablando de lactancia con mi amiga Naraa, le pregunté cuándo su hija, entonces de seis años, se había destetado. “A los cuatro años” me contestó, “a mí me entristeció pero ella no quería tomar teta más”. Entonces Naraa me dijo que la semana anterior, cuando su hija había vuelto de una larga estancia en el campo con sus abuelos, quiso tomar teta. Naraa la complació “Me imagino que me había echado mucho de menos» explicó, «y fue bonito. Por supuesto, yo no tenía leche, pero no le importó”.
Pero si “destetar” significa no volver a beber leche materna, entonces los mongoles nunca se destetan del todo, y esto es lo que más me sorprendió de la lactancia en Mongolia. Si los pechos de una mujer están ingurgitados y su bebé no está cerca, irá sencillamente preguntando a sus familiares, de cualquier edad o sexo, si quieren beber. A menudo las mujeres se extraen una taza de leche para sus marido para darles un capricho, o dejan una poca en el frigorífico para que cualquiera pueda servirse.
Aunque todas hemos probado nuestra propia leche, le hemos dado a nuestras parejas para que la prueben, quizá hemos echado una poca al café en una emergencia ¿no?, no creo que que muchos de nosotras la hayamos bebido a menudo. Sin embargo a todo mongol al que he preguntado me ha dicho que le gusta le leche materna. El valor de la leche materna está tan reconocido, tan firmemente arraigado en su cultura, que no se considera como algo sólo para bebés. La leche materna se usa comúnmente de forma medicinal, se les da a los mayores como una cura para todo, se usa para tratar infecciones oculares así como (dicen) hacer más blanco el blanco de los ojos y más intenso el marrón del iris.
Pero sobre todo, creo que los mongoles beben leche materna porque les gusta el sabor. Una amiga mía occidental que se extraía leche en el trabajo y dejaba la botella en el frigorífico de la oficina se encontró un día la botella medio vacía. Ella se rió: “¡Sólo sospecharía de que mis compañeros se beban mi leche en Mongolia!”
Vivir en otra cultura siempre te obliga a re-evaluar la tuya. No sé cómo hubiera sido dar pecho a mi hijo en sus primeros años en Canadá. La avalancha de observaciones positivas que recibí en Mongolia, así como la aceptación sincera de dar el pecho en público simplemente me asombró, y me dio la libertad de criar a mi hijo de una manera que me parecía natural. Además de las pequeñas diferencias en nuestras costumbres de lactancia, los detalles de cuánto y cuándo, concluí que había una diferencia más grande en nuestros métodos de crianza.
En Norteamérica valoramos tanto la independencia que aparece en todo lo que hacemos. Sólo se habla de qué come tu bebé ahora, y a cuántas tomas has reducido. Incluso aunque no seas la que hace estas preguntas, es difícil escapar de su impacto. Además se venden tantas cosas para que tu hijo se entretenga solo y te necesite menos que el mensaje es claro. Sin embargo en Mongolia, la lactancia no se identifica con dependencia, y el destete no es una meta. Saben que sus hijos crecerán; de hecho, un niño mongol normal de cinco años es mucho más independiente que uno occidental. No hay prisa por destetar.
Probablemente lo más valioso de criar a mi hijo en Mongolia fue que me di cuenta de que hay un millón de maneras de hacer las cosas, y que yo podía elegir cualquiera de ellas. Durante la lactancia de mi hijo tuve varias dificultades, y tomé y deseché ideas y prácticas en mi intento de forjar mi propio estilo. Me alegro de haber amamantado a Calum tanto tiempo: fueron cuatro años al final. Creo que la lactancia fue lo mejor para mi hijo, y que tendrá una influencia duradera en su personalidad y en nuestra relación.
Y cuando gane la medalla de oro de boxeo en la Olimpiadas, espero que me lo agradezca.
Nota: 1. UNICEF Childinfo, «Monitoring the Situation of Children and Women: Infant and Young Child Feeding (2000-2007)» (January 2009): www.childinfo.orglbreastfeeding_countrydata.php
Artículo publicado originalmente en www.drmomma.org
Texto de Ruth Kamnitzer traducido por Ana Isabel Chinchilla
Una joya el artículo. Me ha sabido a teta…
Ay Mónica… sabes que en Canarias también se usa esa expresión «Me supo a teta»? 😀
qué bueno ver y leer sobre una escala de valores tan diferente, donde la mujer lactante es reverenciada y honrada, y la leche materna, verdadero oro líquido. si nos dejáramos de mirar el ombligo en el occidente globalizado, nos daríamos cuenta de los tesoros que albergan otras culturas.. como éste. gracias Nohemí!!
Igualito que aquí, juasjuasjuas…
Hola Noemí: todo tu bolg es estupendo y este artículo se sale ¿Podría enlazarlo al facebook de LACTAMOR? Somos el grupo de apoyo del Occidente de Asturias.
Hola Gea.
Por supuesto… De hecho lo conocí en Fb a través de Jesusa y Ana Isabel la traductora. El caso es darlo a conocer 🙂
Un abrazo y felicidades por vuestro trabajo .
qué bonito… que culturas tan diferentes!!.. ayer mismo estuve en Las Palmas y mi hermana y yo entramos en una cafetería a tomar algo… Carmelito quiso teta y evidentemente lo puse… jajaja,,, el camarero trajo un plato con unos sanwiches caminando literalmente de espaldas para «no mirar»… y dejando el plato al borde de la mesa, que casi se cae.. dijo.. «espero que estén a su gusto»… pobrecillo.. me dió pena de verle tan condescendiente… lo hacía para no importunarme, jajaja… para que veais que costumbres tan distintas…
Muy bueno el artículo. Y estupenda la traducción 😉 .
En Las Palmas tuve que escuchar como una amiga se agobiaba en una fiesta porque debía de recluirse. Llegaba la hora de la toma del bebe y su marido le había dejado bien claro que le avergonzaba que le diera pecho en publico. De verdad que sentí ganas de decirle al marido que era un imbecil.
En Paris, yo misma tuve que presenciar como me impedían dar pecho en una boutique de señoras . Fue terrible. Sentí una impotencia! No lo podía entender! No tengo la información pero seguramente que ningún parisino ha sido campeón de boxeo .
Realmente somos tan civilizados en Europa ?
Muchas gracias por ese artículo.
Bueno lo que acabo de reirme con el artículo y con la escena de las «stripper» no me imagino a mi padre haciendo lo mismo…………jajajaja.
Espero que no te importe, que me lo lleve a mi blog.
Besos
Creo que lo de los boxeadores es cierto, mi hija de un año tiene un muy buen golpe derecho y sigue a la teta…¡Felicidades!
Me encantó!!! Lactando a Sara, mi primera hija, me hace mucho bien leer este tipo de experiencias. Espero lactarla por largo tiempo.
que bueno.. gracias guapa por compartir
Me ha encnatado. Un lugar con unas costumbres sorprendentes y maravillosas…
gracias, gracias y un millón de gracias!!! por publicarlo…por traducirlo…me he reído y emocionado…así da gusto ser mamá y ser bebé…cuando me toque, ya os contaré…besitos calentitos con sabor a galleta de avena, pasas y albaricoque…
Desde luego estoy de acuerdo con la mayoria, me he emocionado y reido con satisfacción, mis dos hijas mamaron dos años cada una y hasta hace poco aún jugaban con ellas cada vez que les apetecia, y el próximo bebé que viene en camino lo hará el tiempo que quiera, me apunto la estrategia stripper, jajaja.
Yo también me encontré en situaciones similares, nunca me prohibieron dar el pecho pero sí se podía cortar la incomodidad en el aire por parte de los aludidos…
Poco a poco se ve con más tolerancia que una madre saque un pecho en cualquier lugar, como poco a poco se van viendo nuestras barrigas inchadas, sobre todo en verano, y la imagen va enterneciendo a las personas. Y para el que no lo vea así sólo puedo sentir pena, de la desconexión con todo lo que significa ser humano.
Un abrazo para todos y larga vida a la teta!!
Me encanta el texto, es muy hermoso, creo que todas desearíamos estar en un lugar en el que nos traten como mujeres amamantando bebés y no como… bueno cada una que eliga calificativo pra como se siente cuando la gente los miran raro…
La primera vez que la escuché fue de boca de una persona que hablaba de un plato que cocinaba su madre «que le sabía a teta». Yo era una niña y durante muchos años creí realmente que aquello que cocinaba mi tía y que a mi padre le encantaba y que le hacía todas las noches para cenar cuando íbamos de vacaciones a su casa sabía a teta. Eran sopas de ajo cocinadas a fuego lento en la cocina de carbón con la «tosta» que típica que se hacía en el fondo de la cazuelita. Una frase mítica y misteriosa para mí con sabor a lumbre y a cocina de carbón. Y a teta.
Muy interesante y muy divertido. Gracias por compartir esta experiencia 🙂
Hola Nohemí,
Me han enviado el artículo desde EPEN. Yo también voy a compartirlo en facebook, si no te importa. Gracias por encontrarlo y publicarlo.
Besos!!
Muy interesante, gracias!
Me ha encantado.Cuanto me gustaría que las cosas cambiaran aquí hasta el punto de que todo el mundo te anime, y no que te ande juzgando si das mucha teta, mucho tiempo, le dedicas mucho tiempo y le prestas mucha atención.
Aish’¡¡¡¡ qué maravillosa vida.
Me ha encantado el artículo y animo a todas las madres a hacer lo mismo, dar de mamar donde y cuando sus hijos y ellas lo deseen. Yo así lo hago y me pille donde sea y sorprendentemente no veo malas caras ni mucho menos. La última vez, en el mercado de Labañeza en león, un calor horrible y a tope de gente. El peque en la mochila y claro, muerto de sed, me pedia cada poco y yo, pues nada, teta fuera y ya está.
Pues he de decir que varias personas me ofrecieron incluso una silla, tanto en plena calle en los puestos como dentro de una tienda. Yo no me averguenzo es más me llena de orgullo poder decir que mi hijo se esta criando exclusivamente con el pecho y me llena de satisfacción ver su carita de felicidad al mamar y al no hacerlo, ya que creo que es muy tranquilo , plácido y feliz, precisamente por ello
La lactancia materna parece la forma más sensata de alimentar a las crías, natural, afectiva… ¡ecológica!
Qué gozada dar la teta en Mongolia!
Gracias por traducir y pasar el artículo.
Montse
me ha encantao!!! y añado que últimamente me está sorprendiendo la reacción de algunas mujeres cuando ven a mi niña de 14 meses lactando; me animan y reconocen el gran valor que tiene la lactancia, y dicen que es una pena que se vea a tan pocos niños en la teta. Parece que hayan estado en mongolia…jeje…
aintzane
cada vez me doy mas cuenta que no sabemos respetar la libertad de cada mujer-bebe-familia. En algunos pueblos saben!!! Espero poder ver aqui ,tal vez con mi hija o mi hijo el respeto y el apoyo (cuando tengan sus hijos)….Viva las mujeres valientes!!!!
Es precioso el artículo. Mi hija ya va camino de convertirse en boxeadora. En octubre cumplirá 4 años y estos han sido los más bonitos de mi vida. Lo que una madre siente al amamantar a su hija no se puede explicar con palabras. Ahora ya sólo necesita su teta para dormir y lo hace tranquilamente sabiendo que siempre tiene a su madre al lado para calmarla. Nunca me ha planteado un destete; que lo haga ella cuando quiera.
Que interesante artículo, yo la verdad doy pecho a mi bebe de 18meses en cualquier lugar situacion y momento y aun no he levantado la cabeza para ver si lo aprueba la gente o no, si levanto la cabeza es para disfrutar del paisaje…
Gracias por el artículo. Muy interesante. Con tu permiso haré un enlace en nuestro bloc. Somos el grupo de apoyo a la lactancia de Teià (Barcelona). un abrazo!
Me antojeeee, yo tambien quiero hacer lo mismo, asi que decidi que donde estemos con mi hijo, sera como estar en Mongolia… he dicho!!!!!!
Genial el artículo, leyéndolo me han dado unas ganas enorme de poner a mi pequeña de 4 meses a la teta, ella me lo ha agradecido con una inmensa sonrisa, tengo una anecdota, en un parque le daba el pecho y un amigo vino a saludarme, no se dio cuenta que llevaba a la niña, cuando vio que la estaba alimentando se turbó y se quería ir, le expliqué que era algo natural, que no se fuera y se relajó y mantuvimos una agradable conversación, está en nuestras manos y en la divulgación de la lactancia hacer que sea considerada lo que es, algo natural y bello y también luchar para que a las mamas se les reconozca más baja maternal para poder amamantar más tiempo a los bebés. Un beso
GENIAL, me encanta este articulo, me dan ganas de irme a vivir a Mongolia.Yo tengo dos hijas una de casi 6 años y otra de casi 2. A la mayor le he dado 3 años la teta,hasta que me quedé embarazada, y ya no quiso más, y a la pequeña todavía continuamos y espero que duré mucho tiempo.
Cuando me saco la teta en el parque o donde sea, la gente se quedada a cuadros, soy la rarita del lugar pero me da igual, se que es lo mejor para mis hijas,,jamás les he dado leche de fórmula).
Un beso
me encanto el articulo!!!!
ademas es muy economica la teta…..
me ha encantado!!
muchas gracias
En mi opinion el tema de dar de pecho en Mongolia cada vez es menor, sobre todo en la ciudad. El motivo es que las mujeres trabajan e intentan incorporarse al mundo laboral cuanto antes tras la recuperación del parto. Es una cuestión económica, obviamente un pais como Mongolia el sistema de baja de maternidad es pésima.
Y otra cosa es que hoy en dia en cualquier supermercado de Ulan bator se venden productos de lactancia y mucha gente también cree que es muy chic utilizar esas cosas modernas.
Y es cierto que los mongoles tradicionalmente han sido de dar mucho el pecho y callar a los bebes con la leche como dice en el articulo.
Este verano salimos de copas en Mongolia con una amiga que tiene una hija de 1 año y algo. De hecho era el día su cumpleaños. Durante la noche tuvo que volver a su casa una vez a dar el pecho a su hija porque no dormia de ninguna forma y lloraba mucho según la hermana de esta.
Mi cuñado, que por desgracia se murió hace años, nos contaba haber tomado la leche hasta los 20 años. Según él iba a casa después de la clase y se quedaba amamantando un rato. Si el hijo amamata sin parar la madre puede seguir teniendo leche durante años, eso dicen.
Si la persona que toma mucha leche maternal suele ser fuerte, ese cuñado mio, aparte de ser especialmente guapo y atractivo por ser un mongol, era muy vigoroso.
Y en Mongolia no solo tenemos buenos boxeadores, en general tenemos fama de ser buenos en deportes de muchas hostias ((-:
Yo personalmente no me acuerdo hasta cuando he amamantado, habrá que preguntarlo a mi madre. Por lo inteligente y fuerte que soy seguro que amamanté durante mucho tiempo. :-DDDD
Hola,
He colgado tu artículo en el muro de mi Facebook, espero que no te importe, es algo tan bonito que he querido compartirlo.
Soy antropóloga y trabajo sobre Mongolia, he leído mucho pero nada tan impresionante y especial como tu historia.
Besos
Almudena