Estas semanas varias personas me han preguntado que de cuántas semanas estaba… y les he respondido lo mismo: «no sé»…

Desde el principio quise que este embarazo no fuera a base de controles, fechas, pesos  , etc. y más  o menos así ha sido.  De mis embarazos anteriores he intentado aprender a confiar más en mi cuerpo  y a saber qué quiero y no quiero hacer en cada momento.

Ya dije en su día que no estoy en contra de la medicina preventiva, pero muchas veces en aras de la prevención se consigue justo el efecto contario, lo que Michel Odent llama «El efecto nocebo»… Mi embarazo no me lo «ha llevado» nadie… me lo he llevado yo.

Y he ido aprendiendo a gestionar mis emociones, las buenas, las malas, las tristes, las ansiosas, las temerosas, las esperanzadas, las confiadas y las desconfiadas… y todas ellas me han traído hasta aquí… A menos de 2 meses de recibir en mis brazos a Mencía ahora siento que mi cuerpo y mi alma disfrutan de este embarazo más que antes… ahora que casi se acaba…

Gran parte del mérito es de mi propia hija… que parece escucharme y moverse para decirme: «mamá estoy aquí y estoy bien». Porque la,  a ratos,  paranoica de su madre  tiene,  aún hoy a veces, pensamientos negativos si lleva horas sin notarla moverse. Pero enseguida un movimiento o  una patada se convierten en la sensación más placentera del mundo… aunque te claven un pie en las costillas.

Movimientos mágicos, llenos de vida, un baile que bailamos las 2. Y en esos momentos me siento aún más contenta de ser mujer y de ser madre. Y sé que todos los bebés del mundo se mueven dentro de sus madres pero a mi esos movimientos me parecen intencionalmente dedicados a mi… y le digo : «gracias cariño» y le doy un abrazo desde fuera de mi tripa, sabiendo que ella nota mis manos y reacciona…

Y pienso con cierta nostalgia que esta etapa que queda se va acabando, aunque la siguiente será también emocionante… pero no puedo evitar pensar que algunos de estos meses se nos han pasado  sin aprovecharlos del todo, entre unas cosas y otras.

Ahora estamos en la etapa en la que todos te preguntan que para cuándo y que si sé cómo va a ser el parto o dónde… Y yo estoy como en otro planeta desde ya… confiada en que Mencía decidirá cuándo y dónde nacer… y pienso en la piscina de partos y el fular colgado que no sé exactamente dónde colocar… y luego me digo que igual acabo dando a luz en una esquina del baño… vete tú a saber… Porque no quiero más planes ni idealizar el momento con una visión anticipada del cómo, o el dónde… ( en mi casa sí pero no el lugar exacto). Y me veo fantaseando con la idea de que será en un momento inesperado y rápido… tan rápido que la tendré sola…  Y fantaseo también en cómo será ponerse de parto… porque será la primera vez que viva una contracción provocada por mi bebe y mi propio cuerpo. Porque no sé lo que es sentir una contracción natural, ni soltar el tapón mucoso, ni romper aguas de forma natural, ni entrar en el «planeta parto» , ni ese primer contacto con mi bebé aún húmedo, ni esa priemra mirada clavada en la mía…ni tantas cosas que nos robaron… Porque recuerdo los últimos días de embarazo de Iker cuando me acostaba pensando si esa noche sería cuando me despertaría con el aviso de mi cuerpo de que era el momento ( no sé por qué siempre piensa una que se pondrá de parto de noche)… noche que nunca llegó. Porque me negaron el sentir aquéllo único e inquietante.

Y luego me digo que no he de poner todas mis expectativas en el parto que quiero porque no está en mi mano controlar todo  lo que sucede, que he de estar abierta a que puede no ser como espero e intento compaginar esa dosis de realidad con el optimismo de creer que esta vez sí va a ser como quiero, que me lo merezco, que se lo merece sobre todo mi hija, pero yo también. Que es mi último cartucho para cerrar una herida, herida cerrada, pero con una gran cicatriz… Y en esa dicotomía me muevo… al final confiando en que todo vaya bien.

Porque si es así los primeros brazos que tocarán a mi niña serán los míos, porque tendrá el recibimiento que todo bebé debería tener, porque tendremos la opción de que su hermano esté con nosotros y como él dice: «yo le cortaré el cordón a Mencía mamá», porque en definitiva, pariré yo, no me la parirán.

Y sí… cada vez está más cerca el desenlace de esta historia… con sus interrogantes, sus expectativas, sus deseos y sus ilusiones… Y en cierto modo sé que,  sea como sea, una etapa se cerrará… Porque pase lo que pase ahora soy consciente y asumo el control  de decidir dentro de lo que surja. Por primera vez la protagonista soy yo y no voy  a ciegas o preguntando a otros qué va a pasar…  Y eso da mucha fuerza y mucha seguridad y mucha confianza y mucha tranquilidad.

En las Dunas de Maspalomas

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