Una de las pegas que a veces ponen los padres al uso de portabebés es que piensan que el niño no querrá bajarse nunca de los brazos.

Cuando me dicen eso, les digo que eso lo piensa quien  no ha tratado mucho con niños… o al menos, no con niños criados en brazos.
Un niño satisfecho de brazos, más tarde o más temprano descubre el suelo y lo reclama. A veces lo reclama antes de que la madre quiera.
Os aseguro que es mucho más cómodo llevar un bebé de 9 meses en la espalda y seguir con tu vida, que intentar que ese mismo bebé que ha descubierto que tiene movilidad propia y la reclama, no se mate en el campo minado que es una casa de hoy en día mientras tú apartas la vista unos segundos para intentar hacer algo.

Hace un par de añitos ya escribí sobre el exceso de protección en la etapa «suelo» de los bebés, en un post titulado: «A base de NOes y CUIDADOs»

Siempre he pensado que si viviéramos en la selva como los Yekuana, nuestros hijos tendrían menos accidentes. Porque en la selva habrá tarántulas y culebras… pero en las casas hay muchísimas cosas mucho más peligrosas: enchufes, cables, cajones, muebles con aristas y puntas, espejos y cristales… o simple y llanamente el suelo… un suelo que debería ser de tierra o hierba, pero que evidentemente no lo es.

Me imagino a los bebés al aire libre gateando sobre un terreno que favorece ese aprendizaje, un terreno que no resbala,  donde es fácil traccionar y en el que si se cae, el golpe es amortiguado y no intensificado como en nuestros maravillosos suelos duros, pulidos y brillantes.

Pero la realidad es que el comienzo de la etapa del gateo es el comienzo de la etapa de caídas y golpes.  Porque no hay un solo bebé y/o niño que no pase por ello. El aprendizaje que supone gatear y caminar es un  proceso necesario y lo ideal es dejar al niño a su aire, sin intervenir demasiado.
Algunos padres coartan casi todos los movimientos del bebé procurando que no se haga daño o evitando que se caigan, sin pensar en que el proceso de aprendizaje incluye que el bebé aprenda  a controlar su cuerpo, a ir incorporando movimientos nuevos y más complejos, sabiendo volver por sí solo, en caso necesario, a la etapa anterior en la que se sentía seguro.
Así, un niño que comienza a ponerse en pie y a  soltarse, si lo vemos tambalear, lo mejor no es sujetarle nosotros, sino dejarle  y veremos cómo vuelve al suelo a sentarse o a ponerse a gatas, para intentarlo otra vez más adelante.
Si no les dejamos interiorizar esos procesos, más tarde, al caminar serán niños, que por así decirlo, no han aprendido a caer con seguridad.

Eso no quiere decir que no hagamos lo posible por evitar accidentes y/o retirar las cosas potencialmente peligrosas

Ojalá todos pudiéramos permitirnos criar a nuestros hijos en otro entorno, más natural y más acorde a lo que necesitan en cada etapa. Pero como ni somos Yekuana ni la mayoría podemos criar a nuestros hijos al aire libre, nos toca lidiar con lo que suele suceder en esta etapa: caídas y golpes.
Y aparte de «redecorar» la casa  o improvisar un lugar relativamente despejado y divertido…

Oficina de verano improvisada en el patio de casa

Oficina de verano improvisada en el patio de casa

Os recomiendo tener a mano Arnidol. Una barrita tipo barra de labios grande, de ingredientes naturales que se aplica directamente sobre  la zona golpeada o dolorida (nunca en herida abierta), aliviando el dolor y al inflamación gracias a la árnica y el harpagofito.


Yo misma usé el harpagofito en cremas cuando trabajaba de masajista ( es un eficaz antiinflamatorio), pero es muy cómodo tenerlo siempre a mano en el bolso en un formato tan práctico y fácil de usar y aplicar.

Por cierto… doy fe que también sirve para los adultos… para los morados esos que nos salen a las madres en las piernas cuando empujamos los muebles ( camas y mesas bajas sobre todo) con las piernas 😉
Probad y me contáis ♥