Os invito a ver este vídeo con un fragmento de la serie de TV Anatomía de Grey 

En esta escena  la Dra. Dixon, que padece el síndrome de Asperger, sufre un ataque de pánico y ansiedad ante las muestras de afecto de unos pacientes. En plena crisis, ésta  le explica a la Dra. Bailey, quien en principio quiere dejarla sola con su ataque, cómo una fuerte presión en todo su cuerpo, en forma de abrazo que la cubra y contenga la  ayudará a «bajar» su sistema nervioso.

En la escena que la sigue la Dra.  Yang aplica ese mismo método para calmar otro ataque de ansiedad al Dr. Hunt.

 

Si imaginamos la escena cambiando a los protagonistas:

  1.  una adulta capaz de razonar que tiene una enfermedad que la descontrola
  2.  un adulto con trastorno de estrés postraumático que pierde el control

Por un bebé o niño en pleno ataque de llanto o rabia, quizás pensemos en por qué es tan diferente la solución que nos proponen la mayoría de «expertos» relacionados con la infancia ( y familiares y vecinos y desconocidos… que ya se sabe que opinar de la crianza de los hijos ajenos es una fiesta a la que todo el mundo se autoinvita).

La mayoría de páginas de internet dedicadas a la infancia (sobre todo las de grandes empresas de alimentación infantil y/o  de  productos de puericultura ), así como muchos psicólogos, pedagogos y educadores infantiles recomiendan no hacer caso ante una rabieta: ignorar al niño y/o dejar llorar al bebé  (famoso método para hacer que duerman solos).

Si recordamos es la primera reacción que tuvo la Dra. Bailey: dejar a la Dra Dixon con su «rabieta» hasta que se le pasara… Afortunadamente la Dr. Dixon es una adulta, con una enfermedad, pero con sus facultades mentales intactas, con conocimientos médicos y fisiológicos… y puede explicarle a la otra persona qué necesita y por qué.  En el segundo caso, aunque el Dr. Hunt no lo sabe es la Dra. Yang la que sí lo sabe  y decide actuar aunque no se lo pidan.

Nuestros bebés no saben por qué les pasa lo que les pasa… y aunque lo supieran no nos lo podrían explicar… nos toca a nosotros conocer qué sucede en esos casos y cuál es la mejor forma de actuar.

En el caso de un bebé que quizás por sobreacumulación de estímulos  que es incapaz de procesar entra en una crisis de llanto (incluso estando siempre acompañado y en brazos de mamá),   o de un niño que empieza a manifestar sus emociones en forma de rabietas, lo primero es mantener la calma y recordar que como en el caso de la Dra., ellos no saben calmarse solos. Aún no tienen mecanismos para liberar su estrés y si no les ayudamos a restaurar el equilibrio, este ( su estrés) irá aumentando más y más, y el nuestro también como consecuencia de verles así. En ocasiones incluso, el nuestro superará al del niño si nos sentimos cuestionados por quienes nos rodean y nos miran esperando que acallemos a nuestro hijo a toda costa.

 

En todos los supuestos mencionados (Adultos y bebé o niño que se desorganiza)  hay un sistema nervioso (el simpático) que está como hiperrevolucionado y hay que conseguir activar su opuesto-complementario ( el parasimpático) que es el que le hará bajar el nivel hasta alcanzar de nuevo el estado de equilibrio.

El sistema nervioso parasimpático se  pone en funcionamiento precisamente como explica la Dr. Dixon, cuando nos sentimos contenidos, con presión lenta y profunda: con un abrazo.

En masaje infantil explicamos muy bien este concepto de abrazar para contener al bebé cuando se desorganiza. Tenemos que intentar devolverle hacia su centro, replegándole sobre sí mismo, como readoptando la posición fetal en la que se sienten seguros.

Cuando un bebé llora o entra en crisis suele estirarse, agitar los brazos y piernas violentamente, incluso volverse espástico. Todo esto contribuye a dificultar la recuperación de su estado de ánimo calmado, por eso nuestro abrazo intentará contenerlo, y recogerlo sobre sí mismo, mientras ejercemos cierta presión.

Con un niño más grande funciona muy parecido. Estos ya no agitan los brazos y piernas o se estiran, sino que con más  capacidad de movimiento pueden patalear, dar cabezazos, golpearse ellos y/o a nosotros. Con ellos intentaremos al abrazarlos  lo mismo: contenerlos (evitando así que se hagan o nos hagan daño a nosotros y/o a otros) con los brazos apretados sobre su cuerpo,  y si es posible replegarlos hacia su centro. Podemos intentar rodearles con brazos y piernas sentados detrás de ellos, mientras les hablamos con calma y suavemente.

En estos momentos las palabras no funcionan tan bien como el tacto, aunque acompañar esta acción de palabras suaves y calmadas, repetidas a modo de mantra, puede ayudar. Sobre todo porque nos ayudarán a relajarnos nosotros lo que es muy  importante si queremos ayudar a calmar a otro.

Algunas frases que se pueden usar con un bebé que llora por estrés:

«Lo sé, lo sé, lo sé…»

«Estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí…» 

«Mamá está contigo, mamá está contigo…»

y ante la rabieta de un niño:

«Sé que estás enfadado»

«Sé la rabia que da que algo no salga como quieres»

«Sé  lo mal que se pasa cuando no consigues expresarte»

o similares.

No se trata de acallar el llanto a toda costa, que es la primera reacción que nos sale: meter chupete, dar teta e insistir si el bebé no quiere o hacer «schhhh».

Se trata de demostrar con nuestra compañía, presencia calmada, tacto, abrazo y voz que comprendemos que lo está pasando mal y que vamos a estar con él hasta que todo vuelva a un estado sereno.

Esta frase de Robert Louis Stevenson dicha por el personaje de Mr Hyde (El extraño caso del Dr. Jekyll & Mr. Hyde) se ha usado a menudo para poner palabras a nuestros hijos en estos momentos:

«Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite»

 

Si quererlos, tocarlos, abrazarlos es un hábito en nosotros, nos será mucho más fácil gestionar estos momentos de angustia. No olvidemos el poder que tiene un abrazo ♥