«Los niños de teta son más inteligentes»

Lees ese titular y ¿qué sientes?
Pues depende de muchas cosas, pero sobre todo depende, si eres madre, de si das teta o no das teta.
De si diste  teta una semana o un mes o un año
De si destetaste por propia iniciativa o fue tu hijo quien lo decidió
De si lo intentaste  y lo lograste o de si lo intentaste y fracasaste….
Esas entre otras muchas posibilidades, y por supuesto de tus propias vivencias, de tu forma de gestionar la información y las emociones que te genera ese tema.

Mira que tras más de 8 años en el mundo maternal me sigue sorprendiendo la facilidad con la que ciertos temas levantan ampollas.
La lactancia, el colecto, el respeto a los niños, la educación, los partos y las cesáreas, etc

Todos estos temas sacan pasiones que ya querrían los empresarios para sus empleados, o los políticos para sus seguidores.

Esa pasión para defender o atacar según qué posiciones lo que demuestra es que son temas muy importantes, que conectan con cosas muy profundas del ser humano, especialmente de las mujeres. Que no se trata de un campo más en la vida en el que es escoge una cosa u otra sin más.

No he visto discusiones tan «acaloradas» y llevadas a lo personal como 2 madres que «discuten» por opiniones enfrentadas sobre alguno de estos temas.

Yo misma hace años he recibido en este blog comentarios que leía y releía buscando el por qué de esas reacciones. Si yo escribo que «la leche artificial implica riesgos para la salud de un bebé», estoy dando un dato objetivo, científico y medible. No estoy diciendo que las madres que dan LA sean peores ni mejores ni no quieran a sus hijos, ni les estoy deseando por supuesto que enfermen o cosas parecidas.  Sencillamente estoy enunciando una verdad. Quizás una verdad dolorosa en muchos casos, pero es una verdad.
Y muchas madres en esa simple frase informativa «leen» un juicio de mi parte hacia ellas o hacia su decisión. Algunas se sienten atacadas y responden con enfado, con rabia, con malestar, con ira incluso.

 

Esto debería servirnos de punto de reflexión colectiva sobre varios aspectos interesantes:

  • ¿Estamos preparados para recibir la información veraz siempre? 
  • ¿La queremos?
  • ¿Somos maduros para conocer las consecuencias de ciertas decisiones que tomamos? 
  • ¿o preferimos no saber o que no nos las digan porque nos es mucho más «llevadero» todo?
  • ¿Estamos empoderados para asumir nuestra parte de responsabilidad en las cosas que nos pasan?

 

Para comprar un coche que nos va a durar como mucho 10 años de media preguntamos, nos informamos, leemos, comparamos. Dedicamos días, semanas o meses a buscar hasta dar con la mejor opción en nuestro caso. Si no podemos pagarlo buscamos financiación,  calculamos, rehacemos el presupuesto familiar, negociamos con la familia cómo afrontar ese gasto.  Todo esto es lo normal y en casi todas las familias es un hecho.

Resulta que para decidir según qué cosas relacionadas con los hijos que van a tener una influencia en el resto de su vida, no estamos tan preparados. Ni nos tomamos tanto tiempo ni tantas molestias ni calculamos bien el gasto.

Criamos como vivimos, a salto de mata.

Influenciados por prejuicios familiares , sociales y culturales y por supuesto por la publicidad, que siempre abogará por la forma de crianza que genere mayor gasto. Si algo se puede vender, trabajaremos para que las familias crean que comprarlo les hará más felices y su vida más fácil, sin informar de las consecuencias.

Y resulta que llego a la maternidad queriendo hacer lo mejor, pero no sé o no puedo, o no me sale, o todo se complica, o no soy capaz, o no aguanto, o me duele, o me resulta insoportable…

Hay tantas historias como personas… El caso es que sea cual sea la causa, tomo una decisión. Una decisión que como todas las decisiones tendrá consecuencias.
No digo que no sea la mejor decisión en mi caso único y personal, que no sea la única que soy capaz de tomar, digo que es una decisión que tiene unas consecuencias.
No son castigos: son consecuencias.

Y si tu decisión, sea el motivo que fuese, el más justificado del mundo, fue dar leche artificial, o programar una cesárea, o aplicar el Estivill a tu hijo… esas decisiones, como todas las otras posibles tendrá consecuencias directas.  Igual que las tienen dar la teta, parir de forma natural o colechar.
La cuestión es que algunas consecuencias son directamente negativas para el niño. Y esa verdad duele.

Cierto que morirse es la peor consecuencia posible si a un niño que no toma teta no le damos de comer.  Pero cierto es también que tomar leche artificial tiene unos riesgos que no tiene tomar leche materna. Todas esas frases son ciertas y en ellas no hay juicio: hay verdades, hechos y consecuencias naturales.
Si yo parí a mi hijo en un parto intervenido y me duele no haber tenido el parto que quise, ahora que leo y sé  lo que implica para un bebé la forma de nacer y la separación  tengo dos opciones: Lo asumo o no lo asumo

  • Asumo que fue lo mejor que pude hacer con lo que tenía y sabía en ese momento
  • Asumo que no fue el mejor comienzo, el que merecía
  • Asumo que su forma de nacer tuvo y tiene consecuencias directas de esa decisión que podía haber evitado

Y por supuesto

  • Asumo que soy la mejor madre para mi hijo 

O NO LO ASUMO y vivo en permanente enfado cada vez que alguien me roza, aun sin querer, la herida abierta.

Yo opté por lo primero. Imagino que porque soy egoísta y es mejor vivir sin dolor perpetuo y con cicatrices sí, pero sin heridas.
Fue un proceso de aprender a  no culpabilizar ni enfadarme con las que sí lo habían logrado.
Me alegraba por ellas, las escuchaba con envidia sana, dando gracias porque me contaran esas experiencias que iban ayudándome a dejar de lado mi propia amargura y mi propio dolor y mi propia culpa, para dar paso a otras cosas.
Ese reflejo que no me gustaba en su espejo, en el de esas otras madres que sí pudieron lo que hacía era ayudarme a sanar.

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Gracias a esos reflejos a veces insoportables de dolorosos, la madre que no pude ser para mi primer hijo empezó a surgir con la segunda.
Con Altair tuve el coraje que no tuve con Iker. Aunque también hubo cosas que no supe hacer. Y volví a aprender.

Y todo eso contribuyó a tener lo que tanto deseaba al final: un parto de verdad.

La vida me dio esa oportunidad que pude vivir con plenitud porque aprendí de mis vivencias pasadas. Porque no había rencor ni culpa ya.

Leo a madres que se enfadan porque hablamos de lactancias que hacen a nuestros hijos más inteligentes, aunque sería más apropiado decir  que lo que pasa es que al no dar leche materna  privamos a nuestros hijos de desarrollar el máximo de su potencial, que parece igual pero no es lo mismo ;-). Y veo enfados y suspicacias.
Y me gustaría que al leer esos artículos, si tú eres madre que te ofendes por esa información, porque te duele, te preguntes:
¿por qué me duele?
¿Me duele la verdad?
¿Con quién me enfado?
¿Con quien me da la información?
¿Conmigo por «fallar»?
¿Con quienes deberían haber contribuído a que lo lograra?

Ese es un trabajo personal. Cada una deberá aprender a mirar el reflejo y a asumirlo y a perdonarnos nuestra parte y a aprender para que al menos sirva de algo.

Nos lo debemos, a nosotras mismas, como madres , como mujeres y com personas. Se lo debemos a nuestros hijos, para poder hablar con ellos de todo esto sin acritud como yo hoy pude hacer con mi hijo sobre su parto, sin dolor pero con verdad. Para no perpetuar mentiras, para liberar a las demás mujeres que vendrán detrás del caramelo envenenado de que les pase como a nosotras para que no veamos sus logros y nos duelan.

Tú como yo tienes duelos pendientes, como persona, como mujer, y por supuesto  como madre, todas los tenemos.
Tenemos 2 opciones: vivirlos o negarlos.
Yo decidí vivirlos, y ¡claro que duelen! Pero

siempre duele menos la verdad, aunque duela, que el engaño.

PD: Dedicado a mis hijos, mis maestros. Y a todas las grandes mujeres que no lo lograron y me enseñaron una lección de amor

Mis grandes maestros