Hace unos días descubrí este vídeo:

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Y automáticamente me vi en cierto modo reflejada en esa canción… en una letra que hice mía:

Ella fue la primera
de sus hermanas en huir
de la casa que la vió nacer
hacia lo salvaje.
Cada día era un regalo
libre de sol a sol.
La montaña fue su salvación
y entre las fieras se crió.

Y EN LOS ÁRBOLES ESCUCHA
VOCES DE TIEMPOS REMOTOS
HA ELEGIDO CAMINAR
HACIA LO SALVAJE…

Uh uh uh…

»No teneis ni idea
de lo alto que puedo volar»
sentenció con un portazo.
No la vieron nunca más.
Cada golpe que le dieron
era una cuenta atrás.
Y ahora corre hacia el bosque
su fortaleza,su nuevo hogar

Y EN LOS ÁRBOLES ESCUCHA
VOCES DE TIEMPOS REMOTOS
HA ELEGIDO CAMINAR
HACIA LO SALVAJE…

Uh uh uh…

HA ELEGIDO CAMINAR
HA ELEGIDO CAMINAR
HACIA LO SALVAJE

HACIA LO SALVAJE
HACIA LO SALVAJE
HACIA LO SALVAJE

«¿Por qué?» diréis…

Pues no… no me he ido de casa a vivir al bosque… aunque a veces no faltan ganas… En esa letra encontré cierto paralelismo en el proceso que hemos vivido algunas mujeres para romper con una forma establecida de hacer las cosas… sobre todo en lo relacionado con nuestra maternidad.

Seguramente es el puerperio que te hace vivir en una especie de nube hormonal especial de oxitocina y prolactina… pero oigo esa canción y pienso en mi parto…  en cómo he llegado a él… en la fuerza que te puede dar, como mujer, vivir algo tan salvaje, sobre todo si lo haces por ti misma… Como la tortuga del vídeo…

Si sois seguidores del blog ya conocéis mi vida maternal… mis angustias, mis penas y alegrías… mis luchas, mis deseos, mis esperanzas… mis obsesiones incluso…

Y sabéis cuánto deseaba recibir a nuestra hija como se merece, como se merecen todos los hijos del mundo… no solo con amor, también con respeto, con intimidad, en penumbra… Sin prisas, sin forzar, sin miedos… o con miedos controlados…

Tenía tanto deseo de vivir un parto así, que en cierto modo, temía que cualquier complicación frustrara mis deseos, así que también trabajé mis expectativas. Confiaba por completo en que íbamos a poder hacerlo, Mencía y yo… pero a la vez no me cerraba a la posibilidad de que no todo fuera como queríamos… desgraciadametne no somos perfectos y las complicaciones, aunque rara vez, pueden surgir incluso en medio de las mejores condiciones… así que me «preparé» ( si es que es la expresión correcta) para parir como quería, pero tomando medidas por si no fuera posible. Por eso preparé mi plan de parto que presenté en el Hospital Materno Infantil, diciéndome a mi misma que no lo iba a necesitar… pero sabiendo que incluso así, cumpliría su función… si no servirme a mí… servir para las mujeres que vendrían detrás…

Y me disponía a esperar el momento con tanta ilusión y expectación como con mi primer hijo… o quizás más… Porque en cierto modo era primeriza… porque nunca me puse de parto, ni rompí bolsa , ni tuve contracciones espontáneamente… todo eso me robaron… esos momentos mezcla de emoción, temor y alegría… Ese no saber qué viene a continuación con exactitud…

Así estaba… una primeriza con 2 malas experiencias a cuestas… jugándoselo todo a una carta… porque esta era mi última partida en este juego… Una primeriza con años de leer, de compartir, de aprender y enseñar… con miles de lágrimas derramadas por mí y por amigas y por desconocidas… Lágrimas de pena a veces y de rabia y de dolor… y también de emoción y alegría ( y por qué no decirlo, de cierta envidia sana) cuando relataban un parto feliz, respetado.

Cada historia que leía u oía era un empujoncito en la dirección correcta, un impulso a mi convicción de que podía, de que YO PODÍA, como podíamos todas. Y en ese caminar entre fieras, entre otras madres-lobas como me gusta llamarlas, fui adquiriendo la seguridad que el sistema nos ha quitado.

Como dice la canción: «No sabéis lo alto que puedo volar». La mayoría de los profesionales médicos relacionados con el embarazo yparto nos tratan como si no pudiéramos, como sino supiéramos qué hacer… y al final, para lograr recuperar lo que era nuestro, lo único que de verdad siempre ha sido nuestro, hay que escapar. Escapar de quienes nos tratan como enfermas, escapar de quienes tienen como forma de trabajo el miedo, escapar de quienes nos esconden mucha parte de información, escapar de aquéllos que en el fondo nos tmeen… porque les podemos demostrar lo fuertes y valientes y autónomas que somos. Porque al final se trata de eso, como casi siempre en toda forma de abuso, se esconde el miedo.

Y con esa dosis de confianza preparamos lo necesario… poca cosa la verdad… el columpio y  la piscina… porque yo, en el fondo sabía que daba igual si el cuarto tenía velas o no, si ponía cojines cómodos aquí o allá, porque no sabía dónde iba a parir. Recordaba relatos de amigas que parieron contra todo pronóstico en el baño… de alguna que leí había parido escondida tras una puerta. Así que yo lo único que sabía era que pariría en mi casa, pero no en donde.

Lo que sí hicimos fue volvernos locos mi marido y yo para ver cómo podríamos tapar el gran tragaluz de mi salón. Creo que probamos un montón de cosas… hasta compramos tela de esa de cortinas anti-luz… pero no funcionaba, y había que conseguir taparlo porque de ponerme de parto de día, sabía que necesitaba un lugar oscuro o eso o no podría usar el columpio y la piscina…

Mientras tanto la mañana del jueves 25 inflamos la piscina para ver que estuviera bien y el espacio que ocupaba.  Y estuve trasteando en casa, limpiando y recogiendo. Por la tarde fui a la peluquería porque al día siguiente había quedado con mi amiga Maica para hacerme un reportaje de fotos como recuerdo de mi embarazo.  Recuerdo que el lunes me preguntó si llegaría al viernes y le respondí:  «¡¡claro, aún me falta!!»

Y eso hice, ir a taparme mis canas y a cortarme un poco el pelo para salir en las fotos tan guapa como yo me sentía.  Al  volver a casa estaba tan hinchada que aunque tenía que salir decidí quedarme en casa acostada con las piernas en alto.

A eso de las 10 y pico de la noche al llegar C, noto aún acostada en la cama algo extraño… una pequeña cantidad de líquido que salía de mí… Se me pasó por la cabeza si no era que  había roto aguas, pero pensé que era pronto, y me dije si no me estaría orinando sin darme cuenta, pero no, no era esa sensación, era algo diferente. Llame a C y le dije: «Creo que he roto aguas» y tendría que haber grabado su cara porque fue una mezcla de «no puede ser» y de «ahora qué hago yo».

Me levanté, fui al baño y comprobé que el líquido era claro. Salía en muy poquita cantidad así que supuse que era una fisura. Llamé a O, una de las matronas,  quien me dijo que la llamara si durante la noche empezaba con contracciones seguidas. Hasta el momento mis contracciones eran imperceptibles. De hecho hasta la última visita de las matronas pensaba que eran solo estiramientos de Mencía en mi barriga.  Ahora estaba expectante  por ver cómo iba a desencadenarse todo.

Le dije a mi marido que acabara de hinchar la piscina no fuera a ponerme de parto a las 4 de la mañana y nos pusiéramos a hacer ruido conla bomba eléctrica. Llamé a Maica para avisarla de que la sesión de fotos iba a ser que no, a no ser que quisiera fotografiar un parto entre los árboles 🙂
Avisamos a una vecina amiga nuestra para decirle que estuviera al tanto por si de madrugada la llamábamos para dejarle a Iker.

Sobre la asistencia de Iker al parto, por un lado me hacía mucha ilusión que lo viera, pero por otro lado sabía que a no ser que pariera de noche y él estuviera dormido durante la dilatación, iba a ser difícil que se mantuviera tranquilo, esperando en silencio… Y con su actividad normal puede que no me dejase concentrarme en el parto, así que, una vez más, no me creé expectativas al respecto, y me dije que sobre la marcha veríamos si estaría presente o no. Lo que sí era seguro era que él iba a cortar el cordón umbilical, que llevaba todo el embarazo esperando ese momento. Ese era SU TRABAJO, su aportación al nacimiento de su hermana.

Y me acosté, Iker mamó y pensé si sería la última vez que mamaba estando embarazada.

Mientras tanto oía a C trastear por la parte de abajo de la casa, nervioso. Le llamé y le dije que se acostara para descansar que igual la noche se presentaba larga y necesitábamos coger fuerzas. Tardó un rato en hacerlo, y varias horas más en dormirse… He de decir que esa noche era su noche libre ( él  trabaja de noche, así que cayó al final rendido), y hasta en ese detalle esta niña vino en un momento especial, cuando su padre estaba en casa.

Estaba tranquila, con una tranquilidad sorprendente  y a la vez con cierta excitación por ver cómo iría todo. Recuerdo que puse un mensaje en Facebook con el móvil desde la cama diciendo que había roto aguas y que la cosa había empezado.  En ese momento no sabía hasta qué punto ese lugar frívolo iba a convertirse en una especie de doula virtual, donde tanta gente iba a mandarme apoyo, ánimo, cariño y buenos deseos. Aprovecho para dar las gracias por cada comentario recibido, en este momento y tras el nacimiento de Mencía… lloré mucho viendo tanto cariño en forma de mensajes y me sentí una vez más, afortunada.

Empecé a tener contracciones, pero muy esporádicas e indoloras… A eso de las 4 y pico de la mañana dejé de mirar el reloj al ver que las contracciones más seguidas eran cada 15 minutos y me dormí. Y si no fuera porque me levanté a orinar como 10 veces habría dormido bastantes horas seguidas.

Por la mañana nos despertamos con una sensación extraña de que todo estaba igual. Le mandé un sms a O (para no despertarla) y le dije que todo seguía sin novedad… que me llamara al despertarse.

Por la noche antes de dormirme, pensando aún en cómo tapar el tragaluz, pensé en usar unos cojines grandes.. mi sorpresa cuando al bajar vi que C había tenido la misma idea y ya estaban tapados.  ¡¡¡Un mes buscando la solución y al final nos vino la inspiración a la vez!!!

Me puse a desayunar como cada día, mientras revisaba el correo. Me sorprendí al ver la cantidad de mensajes que tenía en FB :-).

Contesté emails, hice algún pedido y hasta preparé algún paquete de la tienda para que C lo llevara a Correos. Entre eso y los viajes a la ferretería para  buscar la forma de adaptar la manguera al grifo de la bañera, se le fue la mañana entretenido.

A eso de las 12 llegaron O y A .Oímos a Mencía con el doppler, todo iba bien. Me dijeron que no me preocupara, me explicaron que la pérdida de líquido era pequeña, que era solo una fisura. Que de todos modos la placenta sigue generando líquido y que sería cuestión de horas. Me aconsejaron que estuviera relajada, que muy posiblemente el parto empezaría cuando fuera bajando la luz y sobre todo el nivel  de actividad. Dejaron ya sus cosas en casa y se fueron a comer, para dejarme tranquila.

Tenía sueño porque por la noche el ir al baño no me dejó dormir mucho así que me acosté.

Después del mediodía le dije a C que se llevara un rato a Iker al parque para yo intentar descansar en silencio y así me quedé sola. Empecé a tener contracciones más seguidas , pero no sentía dolor ninguno, solo excitación por si eran las que de verdad anticipaban el momento. Recuerdo que pensé que al final igual sí iba a parir sin dolor…

Sobre las 6 llamé de nuevo a O y le dije que tenía contracciones algo más seguidas pero que esperara porque sobre las 4 de la tarde había empezado así y al final pararon. Comí un gran plato de sopa riquísima que me trajo mi querida vecina y al ver que seguían las contracciones empecé a usar el columpio. Ahí estuve un rato balanceándome apoyada a ratos en la pelota a ratos solo en la tela . Tuve ganas de ir al baño y pensé que el cuerpo sabe lo que hace y que para qué poner un enema…A las 6:37 llamé a C y le dije que fuera viniendo a casa que  ya tenía las contracciones bastante seguidas. Dejó a Iker en casa de nuestra vecina (iban a hacer masa para preparar pizza) y llegó enseguida, Imagino que muy nervioso aunque no lo aparentaba.  Le dije que fuera llenando la piscina y que llamara a las matronas que ahora sí había empezado.

Entonces ya me dediqué a esperar cada contracción y a dejarme llevar por ellas… Casi enseguida fue aumentando el ritmo y la intensidad de esa sensación de una corriente que me llevaba.  Iba sintiendo esas contracciones fuertes, como olas que van y vienen.  El columpio me ayudaba a descargar mi peso y a moverme al ritmo de la contracción. Intentaba ir a favor de ella, como tantas veces había leído :  «déjate llevar por la contracción, no luches contra ella». Y así el fular servía para aliviar esas sensaciones. A veces me columpiaba, a veces me colgaba literalmente, unas veces sentada en la pelota con todo el tronco y brazos en la tela, otras veces enrollaba los brazos en él y me erguía… Nada planeado, ni pensado… solo moviéndome como me lo pedía el cuerpo. Era casi un cuerpo sin mente. Sin razón, solo sensaciones.

En un momento dado pensé en que O y A no habian llegado y me dije: «Al final tanta broma y va  a ser verdad que pares sola».

C  ni me hablaba… seguía ocupado con la piscina. Me imagino que porque el columpio estaba justo al lado del baño y no quería molestarme. Entonces oí el timbre y ya casi en total oscuridad noté entrar a O y A.  Yo estaba casi todo el rato con los ojos cerrados. O se acercó, me besó en la mejilla y me dijo: «todo va bien». Y seguí en mi mundo con la total convicción de que sí, que todo iba a ir bien.

Cuando las contracciones iban siendo más dolorosas empecé a vocalizar intentando relajar boca y mandíbula: «AAAAAAAHHHHHH». Y mientras gemía con suavidad esas vocales abiertas pensaba en cómo mi cuerpo se iba abriendo igual que mi boca y mi garganta. Ese ejercicio me hacía no cerrar mi cuerpo o contraerlo  por la sensación del dolor (gracias Gabriella). Recuerdo pensar que al final iba a ser que no… que no iba a parir sin dolor… Que igual no bastaba solo con estar segura del propio cuerpo y confiada en que era algo normal.  De todos modos, como me dijo una amiga: «Es dolor, no sufrimiento». 

En algún momento pedí agua porque tenía mucho calor… era finales de agosto y se notaba. Me dieron agua y A se acercó a limpiarme la cara con un paño mojado. Eso y una ocasión en la que sentada en la pelota una de las 2 matronas, creo que fue O , me hizo una ligera presión en forma de masaje en las lumabres fueron las únicas veces que noté que estaban allí.  Recuerdo vagamente sus pasos amortiguados por los calcetines a mi alrededor alguna vez… luego supe que para decirle a C que parara con el agua que ya estaba muy llena la piscina.  Pero como debía ser… estaban sin estar.

Una vez me apoye en el borde de la piscina y recuerdo mirarla y pensar… «ya me avisaran cuando pueda entrar»... porque sabía que meterse al principio del trabajo de parto no era lo mejor… y no quería anticiparme… pero tampoco quería hablar… me daba igual…

Otro flash que me llega es no ver a C, al que sabía todo el rato cerca ,y llamarle. Estaba en la cocina y le dije que viniera, que se quedara conmigo.  Se sentó al pie de la escalera, le dí la mano, la apreté, la solté y volví a cerrar los ojos.Y en esas pedí un cojín porque estaba cansada y quería irme al suelo. El cuerpo me pedía tocar suelo, apoyarme, recibir fuerza del suelo, sentirme estable, como anclada a algo firme tras el balanceo.

Me trajeron el cojín y a 4 patas apoyaba a veces los brazos y la cabeza en él, en una posición parecida a la de la foto:

Y de pronto, sentí una necesidad brutal de empujar. Es una sensación que no puedo asemejar a nada que hubiera sentido antes. Es como si mi cuerpo no fuera yo, como si no estuviera controlado por mí, como si el empujón me guiara a mí y no al revés. Exclamé: «quiere salir» y O me respondió tranquila con su voz serena: «pues déjala salir».

Me sorprendí porque aunque intenso , el trabajo de parto me pareció corto, y pensé para mí: «¿y cómo sé que estoy dilatada al completo, si no me han mirado siquiera? «. Y me di cuenta que no hace falta… que así deben ser las cosas, que las matronas con experiencia no necesitan tocar. Ellas estuvieron todo el rato detrás de mí, en silencio y a oscuras.

Y entonces experimenté la sensación más brutal y salvaje de mi vida. Era mi hija queriendo salir, o más bien,  la VIDA empujando con ella. Es indescriptible la sensación pero me imagino que es el momento en que la confianza y el miedo se confunden, porque al final la vida y la muerte van juntas y ese miedo ancestral  aflora.

En esos momentos en que mi cuerpo pujaba y yo creía romperme en 2, grité.  Con un grito sordo y desgarrado, nada calmado como antes en las contracciones en que apenas se me habría oído desde la habitación de al lado. Ahora gritaba , o como diría mi comadre Trini, aullaba, no muy alto pero sí profundo, gutural, con la parte animal… lo dicho… como una loba.

Escultura de Daniel Edwards

Tampoco recuerdo exactamente en qué punto  pero ya en el suelo rompí la bolsa. ¡¡¡Qué sensación tan agradable!!

Y en un momento pensé : «no puedo», «no voy a poder», porque sentía que no podía abrirme más y me daba la sensación que de un momento a otro iba a oír el crujido de mis huesos. Pero  inmediatamente me dije: «sí, voy a poder, como han podido otras antes que yo» y empecé a repetir en voz alta como un mantra: «vamos a poder», «lo vamos a hacer las 2 cariño», «tú y yo vamos a poder», «tú y yo vamos a poder»... lo repetía una y otra vez, hablándole a mi hija y hablándome a mí misma, moviendo la cabeza y a 4 patas como en trance.

Y en otro empujón noté  una sensación de calor  intensa que reconocí por haberla leído tantas veces en  los relatos de partos de muchas de vosotras: el aro de fuego. Y exclamé: «quema, quema, quema»  y  O me dijo: «sí, quema y todo va bien» ( o algo parecido).

Entre pujos recuerdo que intentaron usar el Doppler para escuchar los latidos pero me moví y se retiraron para no molestarme. No sé lo que duró pero no creo que fueran más de 10 pujos. En un momento me puse en cuclillas y toqué y noté la cabeza de mi hija. No sabría describir lo que  supuso tocar esa cabecita húmeda, peluda, resbaladiza… fue una inyección de fuerza, como diciendo… «estoy aquí ya mamá,  y sí lo estamos haciendo tú y yo, solas, porque sabemos y podemos… un poco más mamá, un poco más solo».

Y por fin en otro pujo intensamente salvaje salió Mencía por completo. Yo esperaba que saliera la cabeza y luego cogerla con mis manos. Pero esta niña fuerte y decidida quiso salir sola del mismo modo que su madre quiso parirla sola. Eran las 8:47 PM

Así, asombrada por la rapidez me giré y la vi aún unida a mí, en el suelo, sobre toallas  y empapadores que habían colocado mis matronas. O me dijo: «cógela», y de ese modo, mis manos fueron las primeras en tocarla. Húmeda, pequeña, resbaladiza, llorando ya y enseñándome sin tener que preguntar que todo estaba bien, que lo habíamos hecho, nosotras solas y la abracé y la coloqué apretada sobre mi y no sé si lloré o reí.

Sé que me pareció todo como increíble pero natural , lógico, como si ahora todo cobrara sentido. Como si todo lo anterior hubiera tenido por fin sentido, dentro de lo absurdo, para conseguir este momento. A la arropó sobre mí con una toalla caliente y mientras yo seguía tumbada en el suelo, bajo el columpio donde todo empezó, ella buscó mi pecho. Y lo cogió y mamó con fuerza, con la misma fuerza con la que llegó a este mundo.

Enseguida le dije a C que fuera a buscar a Iker para que viera a su hermana… Y al llegar su cara era todo excitación. Me dijo: «mamá es verdad que  hoy nacía Mencía» y la miraba con una mezcla de curiosidad y excitación. Salió corriendo a contárselo a las vecinas y a terminar las pizzas que me estaba preparando para cenar ( Le llamamos después para que por fin cortara el cordón como había estado esperando tanto tiempo).

Entonces y solo entonces A y O tomaron parte algo más activa. Esperaron a que saliera la placenta (cosa que pasó a los pocos minutos sin dificultad) y me limpiaron y suturaron el pequeño desgarro que tuve en la cicatriz de la episiotomía anterior. Y ese punto  de sutura era como una metáfora. Con ese punto cerraban no solo una herida física, sino la herida emocional que supuso aquél parto robado y que este parto esperado, soñado, cerraba por fin.

Esta niña ha venido  a traer, como todos, alegría, pero sobre todo paz. No es justo que nadie venga a este mundo para arreglar  historias ajenas. Mencía nació así no PARA hacerme feliz a mi, sino PORQUE  así deben ser todos los nacimientos: íntimos y respetados.  Y cuando respetamos así a nuestros hijos y a nuestros propios cuerpos, ellos, ambos, en cambio, nos regalan esta sensación: PAZ y la posibilidad de cerrar heridas. Al menos así ha sido en nuestro caso. Fue un fin, no un medio.

En algún momento durante y  sobre todo tras el parto, pensé mucho en mi otro bebé, Altair, aquél que no llegó a nacer, en mi madre que no llegó a saber que esperábamos una niña, y en Amanda… la niña especial que estuvo tan poquito tiempo con su familia.

Para estas 3 mujeres va dedicado este relato con la confianza de que las volveré a ver a las 3.

Para todas las mujeres que han contribuído a darme fuerza y confianza para llegar aquí, las que conozco ( mis comadres) y las que no.

A mis matronas, poque no hicieron nada cuando no hizo falta, pero su presencia callada y segura contribuyó a saberme protegida.

Y sobre todo va dedicado:

A mi marido, porque a pesar de sus miedos confió en mi y en que esto era lo mejor para toda la familia: Gracias amor por el mejor regalo de mi vida.

A mi hijo Iker, porque algún día le hablaré de todo esto sabiendo que lo entenderá y le repetiré lo que ya le he dicho y susurrado muchas veces en estos años: que siento no haber podido o sabido darle el nacimiento que merecía… pero que no fue en vano.

A Mencía por demostrarme que sí podíamos.

Feliz y empoderada