Este post va de las «malas madres»

De esas que parece que hemos traído hijos al mundo para ver cuánto nos duran vivos.

De las que pasamos tanto de nuestros hijos que los padres de Hansel y Gretel a nuestro lado parecen David el Gnomo y su mujer…

Y va dedicado a esas personas que cuando nos ven sufren.

  • Sufren pensando en que nuestros bebés van asfixiados en el portabebés.
  • Sufren porque creen que no tenemos dinero ni para un simple carrito y por eso los atamos con un «trozo de trapo».
  • Sufren porque nos ven sacar la teta 10 veces en una hora y piensan que no tenemos leche, o que esta  no alimenta o que qué desgraciadas somos siendo esclavas amamantadoras.
  • Sufren cuando ven a nuestros hijos coger la comida con las manos, cuando les dejamos meter la mano en el plato y llevarse ese trozo demasiado grande ( o demasiado pequeño) a la boca
  • Sufren cuando les ven jugar con un palo del suelo, una piedra, comer arena en la playa o tierra en el campo
  • Sufren aún más si mezclamos las dos situaciones anteriores y les ven comer el trozo de comida que cayó al suelo
  • Sufren si ven que desde que pueden y saben, cogen unas tijeras o un cuchillo
  • Sufren cuando les ven gatear hacia unas escaleras e intentar subirlas, o cuando les ven subidos a un bordillo alto
  • Sufren cuando hay viento y no les llevamos tapados hasta las cejas
  • Sufren…
  • Sufren…
  • Sufren…

Y sé que se preguntan que por qué no sufrimos nosotras si somos sus madres.

La respuesta es sencilla… ya sufren ell@s por nosotras.

Querid@ familia, amigos, conocidos y desconocidos varios

Como os tomáis la licencia de hacerme notar lo que es evidente que veo por mi misma, me tomo la libertad también de responderos en estos términos:

  • Sí llevo a mis hijos atados con telas a mi cuerpo  y nos encanta, a ellos y a mi ( y a su padre)
  • No uso  carro porque no quiero
  • Mi teta sí alimenta y la doy/ofrezco cuando quiero y no me siento mal por ello. Y sí tengo leche ininterrumpidamente desde hace más de 6 años
  • Sí, mis hijos comen comida sólida, nada de papillas, ni triturados.  La cogen ellos solitos y se la llevan a la boca. Si les gusta la comen y si no, la dejan. Y no, no se me han atragantado y muerto nunca, ninguno de los dos.
  • Sí, les dejo que cojan piedras  y palos del suelo, y que toquen la arena y la tierra, porque para eso los llevo al parque o a la playa. Porque suelo liso y limpio (bueno esto no siempre) ya tengo en mi casa, gracias
  • Sí se pueden comer esa galleta que cayó al suelo
  • Sí, mi hijo puede usar un cuchillo o unas tijeras
  • Sí dejo gatear a la pequeña y que intente subir o bajar escaleras bajo mi supervisión ( sin agarrarla a no ser que lo pida) y dejo al mayor subirse a los bordillos y barandillas.
  • Sí les saco aun si hay viento, porque el viento no es otra cosa que el aire en movimiento.

Gracias por vuestro interés en su supervivencia. Pero como véis, el mayor ha llegado a los 6 años, o sea que tan mal no lo he hecho.

Reconozco que soy de esas malas madres que somos tan despreocupadas que cuando salimos no necesitamos un arsenal de cosas para el cuidado, limpieza y alimentación de nuestros hijos.

En mi bolso, de hecho, incluso cuando viajo fuera de casa, hay más cosas mías que de ellos y mis amigas pueden dar fe de que es así.

Para mi llevo aparte de documentos, llaves, bolis, tarjetas de visita, dinero, chicles, gafas de sol, agenda, móvil y una batería de repuesto para el móvil, un gran estuche con mis pinturas, brochas  y pinzas de depilar.

Y resulta que para mis hijos llevo… a ver que piense… pues una muda de pañales de tela, la bolsa impermeable para guardar el sucio si hace falta, una botellita de agua y  la barrita de Arnidol, el stick para poner en los golpes y moratones, a base de harpagofito y árnica que tan bien viene para la peque en esta época de exploradora  y para el mayor con sus juegos moviditos. Nada más.

Ahora que lo  pienso… cuando se han caído o dado un golpe, aparte de no decirles lo típico de: «no  ha pasado nada, no llores»  (porque evidentemente sí ha pasado, que se han caído  y se han hecho daño y si quieren llorar es deseable que lo hagan), resulta que las buenas madres se sienten aliviadas al verme aplicarles el Arnidol, sobre todo cuando para su tranquilidad les explico qué es y cómo funciona.

A ver si va a resultar que no soy tan mala madre después de todo…… 🙂